La teoría de las capacidades humanas ha sido propuesta y desarrollada por Amartya Sen en el ámbito de la economía, en particular la economía del desarrollo. Esta teoría señala la necesidad de tener en cuenta los diversos factores relevantes en el bienestar y la calidad de vida de los pueblos, que se pierden de vista cuando se consideran de modo exclusivo magnitudes macroeconómicas. La teoría de las capacidades propone abordar el desarrollo considerando distintas dimensiones del bienestar, como la esperanza de vida, la atención sanitaria primaria o los índices de alfabetización. Sus propuestas se han plasmado en las medidas de desarrollo humano de las Naciones Unidas.

La teoría de las capacidades supone que hay distintas esferas importantes de actividad de las personas. La idea inicial es que el bienestar y la calidad de vida no son función directa de los ingresos económicos. En algunas sociedades, por ejemplo, la capacidad adquisitiva para comprar un automóvil puede resultar irrelevante para la calidad de vida, si el ámbito de actuación laboral y personal es cercano y no se necesita. Lo que no es irrelevante es disponer de atención sanitaria adecuada y escuelas próximas. La teoría de las capacidades se pregunta por lo que las personas son capaces de ser y hacer y por las opciones a su alcance. Las medidas del desarrollo humano recogidas en el índice de desarrollo humano (HDI, Human Development Index), por ejemplo, atienden a tres dimensiones fundamentales: la longevidad, la alfabetización y el “estándar de vida”.

Al preguntar por lo que las personas son capaces de ser y hacer, la teoría de las capacidades suscita la pregunta por el valor o la importancia de distintas esferas de actividad. ¿Cuáles son las actividades merecedoras de determinar el desarrollo y el progreso social? ¿En función de qué esferas de actividad importantes de las personas podemos decir que las sociedades y los pueblos van a mejor o a peor? ¿Cuáles son las capacidades básicas que deben considerarse como fines fundamentales de las políticas públicas? A partir de las concepciones clásicas de Aristóteles y el joven Marx acerca de las funciones y actividades más propiamente humanas, Martha Nussbaum ha tratado esta cuestión y ha presentado una versión filosófica que complementa los planteamientos económicos de Sen. Nussbaum parte de las ideas de Aristóteles y Marx, pero sus más recientes contribuciones inscriben su concepción de las capacidades en el marco del liberalismo político de John Rawls.

La teoría de las capacidades es una forma de intentar conjugar el reconocimiento de ciertos valores fundamentales, que puedan servir como criterios del desarrollo, y el respeto a los valores y las tradiciones locales. Sin atender a lo primero, no podríamos decir que la generalización de la educación primaria, el acceso a la atención sanitaria o la igualdad de género son pasos a mejor. Sin atender a lo segundo, estaríamos ante ideas simples y dogmáticas acerca de la vida y las personas. Tanto Sen como Nussbaum, los dos teóricos fundamentales sobre las capacidades, han presentado argumentos de peso, conjuntamente y por separado, para la articulación de estos dos polos irrenunciables.

Ahora bien, aunque en muchos de sus escritos Sen reconoce la importancia de ciertas capacidades y actividades, como las recogidas en índices oficiales como el HDI, lo cierto es que ha evitado sistemáticamente la pregunta específica por esas dimensiones, su justificación y su articulación efectiva. Por respeto a la pluralidad, Sen se remite siempre al debate público en el que se debe determinar las cosas que las personas y las sociedades tienen razón de valorar.  Por su parte, Nussbaum reconoce la pertinencia de la especificación y la justificación de las capacidades. En sus escritos más recientes, Nussbaum presenta el liberalismo político de Rawls como el marco adecuado para esta justificación. Y entiende que la concepción de la persona propia de la teoría de las capacidades es política, no metafísica, independiente de doctrinas comprehensivas sobre la vida y el bien, pero susceptible de ser objeto de un consenso entrecruzado entre pueblos decentes y doctrinas razonables.

 

Comentarios


Pluralismo y universalismo

Sábado, 03 Enero 2009 23:39
Francisco Silva Martínez

Las diferencias entre las teorías propuestas por Amartya Sen y Martha Nussbaum parecieran sustentarse exclusivamente en la oposición excluyente entre “pluralismo” y “universalismo”.

Por respeto a la pluralidad Sen se abstiene de presentar en sus reflexiones sobre desarrollo y progreso social un listado explícito y limitado de dimensiones o capacidades que pueda ser aceptado, desarrollado e implementado sin importar condiciones espaciales (manifestaciones culturales locales) o limitantes temporales (cambios diacrónicos). Por lo tanto, diseñar un listado de capacidades de carácter inmutable tanto en el tiempo como en el espacio contraviene o contradice la misma definición que de “capacidad” ha elaborado Sen en su libro Development as freedom (1999), traducido al español como Desarrollo y libertad (2000): “la ‘capacidad’ de una persona se refiere a las combinaciones alternativas de funcionamientos que puede alcanzar. Así pues, la capacidad es un tipo de libertad: la libertad sustantiva de alcanzar combinaciones alternativas de funcionamiento (o, dicho menos formalmente, la capacidad de alcanzar diversos estilos de vida)” (2000: 70). En virtud de esa libertad el debate público debe ser el mecanismo para que cada sociedad determine o “actualice” esos “diversos estilos de vida”, según Sen

Por su parte Nussbaum, reconocida por sus tesis en contra del relativismo cultural, sí propone en su trabajo Women and Human Development (2000) una tipología de capacidades o dimensiones. Ese listado incluye dimensiones aparentemente disímiles que van desde la vida hasta el control sobre el medio, pasando por la capacidad del juego o el respeto a otras especies. Los argumentos de Nussbaum si bien no toman como punto de partida la libertad, no pueden ser interpretados como propuestas universalistas que ataquen la diversidad cultural o la autonomía de los individuos. Cada una de esas diez dimensiones o capacidades establecidas por Nussbaum pretende instalarse en nuestra percepción del desarrollo humano como axioma ético que la administración pública de todos los estados del mundo, sin excepción, debe implementar y garantizar.

Es importante resaltar que una revisión detallada de ambas propuestas nos lleva a intuir la existencia de dos situaciones teóricas diferentes. Primera: parece que la oposición entre “pluralismo” y “universalismo” no es tan clara como se nos ha querido presentar. La elección de una de ellas no tiene porqué insinuar lógicamente, como una disyunción excluyente, la eliminación de la otra. El pluralismo demandado por Sen se ha de entender en el marco exclusivo de la “actualización”, en términos aristotélicos, del principio universal y “potencial” de la libertad humana. Vista así, la propuesta de Sen se ha de inscribir en una teoría sociológica que reconozca la realización o “actualización” multicultural de universales antropológicos que generalmente no se definen en el marco de una teoría de la sociedad o de la cultura. Por otra parte y contrario a lo anterior, el universalismo reclamado por Nussbaum, como antídoto del paternalismo (protección a culturas supuestamente inferiores) o el dogmatismo (dominio de culturas supuestamente superiores) no puede ser interpretado desde un marco de análisis sociológico. En este caso, sintetizar en una lista limitada todas las capacidades humanas adquiere plena legitimidad únicamente dentro de una teoría antropológica que defina “lo humano”, no en función de realizaciones o “actualizaciones” culturales, sino de las “potencialidades”, deducibles de las funciones biológicas y las facultades mentales, propias de nuestra especie. Por lo tanto la taxonomía propuesta por Nussbaum debe someterse a ese criterio de evaluación. Si una, alguna o todas esas capacidades llegasen a estar concebidas desde una lectura particular o una “construcción cultural particular”, como puede ser aquella que proviene de la tradición grecolatina, Nussbaum reafirmaría indirectamente ese mismo relativismo cultural que pretende negar.

La segunda situación nos llevaría a complementar la primera. Parece que ese pluralismo cultural (“multiculturalismo”, como lo definiría el profesor mexicano Ambrosio Velasco Gómez en su trabajo Republicanismo y multiculturalismo, (2006)) propio de una propuesta sociológica debe ser sustentado por una teoría antropológica que no ponga en entredicho la universalidad de “lo humano”. Sin embargo esta relación de complementariedad teórica entre sociología y antropología o de simbiosis entre “lo cultural” y “lo humano” es altamente problemática pues encontrar una definición de hombre que no esté mediada por el tamiz semiótico de la cultura es absolutamente imposible, pues solo los humanos (hasta hoy ningún no-humano ha podido opinar sobre el tema o al menos no hemos podido “descifrar” sus posibles comentarios) que únicamente pueden expresarse gracias a las herramientas simbólicas que les provee una cultura específica, son los que construyen las propias definiciones sobre sí mismos como especie.

 

Capacidades como libertades fundamentales, un reto para el HDI

Martes, 27 Enero 2009 15:32
Félix Redondo Casado

Estoy de acuerdo con Ricardo Parellada, en que si bien es cierto que Sen no ofrece una articulación efectiva de las capacidades, más tarde, al identificar éstas con las libertades fundamentales (Sen, 2000:116) precisará algunos de los ámbitos más importantes. Así, Sen recoge la dimensión política -libertades políticas-, la dimensión económica -servicios económicos- y la dimensión social -oportunidades sociales-, olvidándose por definir la última, de las que componen el quadrivium temático (Prieto de Pedro, 1994): la cultura.

Aunque Sen aborda la cultura en sus textos (ibid.,2000:276), no reconoce esta dimensión como una libertad fundamental y, por tanto, como una opción del individuo. Así, aunque reconoce la diversidad como un factor importante dentro de las culturas, el autor asienta su pensamiento en la universalidad como principio básico. Esto es indicativo de la dificultad que encuentra Sen para entender la cultura como un campo de actuación de agencias y agentes. No en vano, en algún momento define la agencia del individuo como el papel de este como miembro del público y como participante en actividades económicas, sociales y políticas (ibid.,2000:36), volviendo a excluir la dimensión cultural.

Más alla del problema que representa para Sen la inclusión de la cultura como una libertad fundamental, el autor recoge otras libertades fundamantales al margen del mencionado quadrivium temático. Nos referimos al valor de la transparencia y la seguridad protectora. El primero nos parece fundamental y consideramos de gran acierto su inclusión, aunque sólo sea por la constatación de imperiosa necesidad de desarrollar su potencial. Cuando las fuentes de información a las que tiene acceso el ciudadano occidental parecen desbordarse en los últimos años, la opacidad de la mismas no deja de representar un problema de libertad y de limitación de las capacidades de las personas.

La transparencia en la esfera pública debe poder se medible. Y es hora de pensar no sólo en la transparencia, sino también en las transparencias. Las referidas a aquellas dimensiones que Sen recoge como libertades fundamentales. Tendríamos así “transparencia política”, “transparencia económica” y “transparencia social”, a las que habría que sumar la “transparencia cultural”, y otras derivaciones en la jerarquía conceptual: “transparencia educativa”, “transparencia comunicativa/comunicacional”, “trasparencia estatal”, “trasparencia de las administraciones”....

Junto a la transparencia, Sen destaca la seguridad protectora como la quinta de las libertades fundamentales que permiten a las personas desarrollar sus capacidades. (ibid., 2000:59). Esta libertad también tendría un carácter transversal, al igual que la tranparencia. La seguridad protectora apela, sin duda, al derecho y a las normas como mecanismos que actúen respaldando y garantizando las otras libertades.

En suma, las definición de las capacidades como libertades fundamentales no deja de ser una propuesta que necesita más concrección, para ser operacionalizada por medios de índices, como el HDI. En todo caso, incluir la transparencia o la seguridad en estos índices no deja de ser un reto democratizador de trascendental importancia para el desarrollo.

Bibliografía

  • Prieto de Pedro, J. (1994): Cultura, culturas y Constitución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid.
  • Sen. A. (2000): Desarrollo y libertad, Planeta. Barcelona

Amartya Sen sobre una lista de capacidades, pluralismo y universalismo

Viernes, 19 Noviembre 2010 20:55
Esteban

En una entrevista publicada en Feminist Economic (2004: “Capabilities, list, and public reason: Continuing the conversation”, 10(3): 77-80), Amartya Sen presenta una serie de razones para evitar dar una ‘lista de capacidades’ definitiva e universal, tal como el de las ‘capacidades humanas centrales’ de Martha Nussbaum (cf. 2000: Women and Human Development). En principio, el problema no radica en elaborar una lista de capacidades importantes, algo que el mismo Sen ha afrontado en diferentes momentos de su obra (e.g. 1979: “Equality of What?”; 1985: Commodities and Capabilities; 1987: The Standar of Living; 1992: Inequality Re-examined; 1999: Commodities and Capabilities), sino con establecer una lista ‘canónica’ desde un punto de vista teórico que se aleja o desconoce completamente la discusión social o el razonamiento público. Reforzando la idea de que no habría una incompatibilidad entre ambas propuestas, David Crocker (1995: “Functioning and capabilities, part 2) presentó una manera de incorporar las capacidades que en diferentes lugares propone Sen con la lista defendida por Nussbaum. Pero el punto en disputa consiste en fijar una lista que se establece completamente desde una teoría, desconsiderando la participación pública sobre lo que debe incluirse y por qué razones; que busca una validez que se extiende a todas las sociedades sin tomar en cuenta lo que las personas valoran en sí mismas. Además, aunque se pueda alcanzar tal lista de capacidades, aún persiste la dificultad de resolver el orden y el peso de cada capacidad en ella y la disponibilidad de un procedimiento de evaluación asociado. En resumen, y más allá que en sus trabajos Sen refiera a capacidades que puedan ser universales o que toda evaluación pueda suponer como trasfondo (e.g. evitar la malnutrición), las capacidades a evaluar se definen por la tarea propuesta (e.g. evaluar cuestiones de pobreza, de género, de educación), algo que las condiciones sociales y las prioridades pueden hacer variar, pero que en última instancia deberían ser el resultado de un proceso de discusión y  razonamiento público. “I have nothing against the listing of capabilities but must stand up against a grand mausoleum to one fixed and final list of capabilities” (Sen, 2004: 80). De todas maneras, la introducción de un proceso público de deliberación no confina la perspectiva de Sen a un pluralismo que reniegue del universalismo, pues el mismo puede ser pensado desde un punto de vista habermasiano y, en este sentido, apuntar a un consenso racional universal. Una alternativa que afianzaría una concepción pluralista de las capacidades podría consistir en pensar el proceso deliberativo desde una perspectiva hermenéutica como la adoptada por Séverine Deneulin (2006: The Capability Approach and the Praxis of Development)