El concepto de “eutanasia”, al igual que el de “aborto” o el de “clonación”, soporta una carga importante de connotaciones valorativas e ideológicas. Esto explica lo difícil que es alcanzar un consenso sobre su definición. La que se propone aquí como conclusión del breve argumento que se propone a continuación, no pretende ser definitiva, sino discutible y revisable.

Etimológicamente, “eutanasia” procede del griego eu-thanatos, que significa buena muerte. Ahora bien, lo que constituye una “buena muerte” depende de consideraciones subjetivas y culturales. Actualmente, hay una tendencia a comprender que morir bien es hacerlo sin padecer sufrimientos innecesarios, posibilitados éstos eventualmente por el mantenimiento desproporcionado de determinadas medidas de soporte vital. Pero lo que, con mayor o menor acierto, se denomina corrientemente “eutanasia” comprende un conjunto de prácticas médicas –destinadas todas ellas a facilitar una buena muerte- pero que son muy diferentes entre sí. Diferentes en el sentido de que no siempre se les acuerda el mismo significado moral y que, de hecho, no suelen recibir el mismo trato jurídico. En España, como en la mayoría de los países occidentales, la limitación del esfuerzo terapéutico es legal, mientras que la inyección de un cóctel lítico está prohibida.

El conjunto de las prácticas eu-tanásicas se pueden clasificar conforme a tres criterios. En función de la voluntad de morir de quien fallece, se distingue la eutanasia “voluntaria”, de la “no voluntaria” y de la “involuntaria”; en función de la intención de quien realiza el comportamiento eutanásico, se distingue la eutanasia “directa” de la “indirecta”; por último, bien por referencia al carácter activo u omisivo de la conducta del médico, o bien en función de que exista o no una relación de causalidad entre esa conducta y la muerte del paciente, se diferencia la eutanasia “activa” de la “pasiva”. Una definición y una clasificación de las diferentes versiones de la eutanasia podrían ser las siguientes:

 

Eutanasia voluntaria, involuntaria y no-voluntaria- “Eutanasia Voluntaria” es aquella que se realiza a petición expresa del paciente.- “Eutanasia Involuntaria” se refiere a la conducta consistente en provocar la muerte de un paciente competente en contra de su voluntad explícita o sin su consentimiento. Existe una tercera denominación de la eutanasia –la llamada “eutanasia no-voluntaria”- que se plantea cuando no se conoce, ni se puede conocer, si el paciente desea morir. La expresión se suele utilizar en los casos de pacientes en estado vegetativo que, mientras pudieron, no realizaron unas directrices anticipadas en las que hablasen de sus preferencias de tratamiento.

 

Eutanasia activa y pasiva: Esta clasificación tiene que ver con la modalidad de la conducta del médico y se establece en función de que exista relación de causalidad entre esa conducta y la muerte del paciente.- “Eutanasia activa” o “positiva” comprende las acciones que provocan la muerte de un paciente que sufre de manera intolerable.- “Eutanasia pasiva” u “occisiva” consiste en la omisión o suspensión de las medidas terapéuticas que prolongan la vida de un paciente (por lo general en fase terminal).

 

Eutanasia directa e indirecta: Esta categorización sigue el criterio de la intención del médico al practicar la eutanasia. - “Eutanasia Directa”: la conducta del médico tiene por objetivo y resultado principal la muerte del paciente. Un ejemplo de ello sería la inyección de un cóctel lítico a una persona para que muera sin sufrimiento. “Eutanasia directa” se considera sinónimo de “eutanasia activa”.- “Eutanasia Indirecta”: se diferencia de la directa en que la conducta del médico no busca la muerte de su paciente, sino que ésta es un mero efecto secundario de su auténtica intención: aplacar una agonía insoportable. Un ejemplo frecuentemente mencionado es el de los pacientes con cáncer que, llegado un determinado momento, requieren dosis de morfina que, siendo necesarias para calmar su dolor, resultan suficientes para provocar una depresión del sistema respiratorio y como consecuencia la muerte. A esto es a lo que se llama eutanasia indirecta, si bien este término es muy controvertido. Se suele defender que, en tales casos, aunque el médico causa la muerte del paciente y era consciente de que lo haría, no es moralmente responsable de ella.

 

Debate:

Las distinciones eutanasia activa/pasiva y eutanasia directa/indirecta han sido criticadas como carentes de relevancia moral por autores consecuencialistas, que entienden que lo decisivo para valorar un comportamiento no es tanto los medios o las intenciones empleadas, sino sus consecuencias. Para ellos, “matar” no es siempre necesariamente peor que “dejar morir”, y “provocar intencionadamente un daño” no se diferencia necesariamente de “no evitar ese daño habiéndolo previsto”. Por su parte, los partidarios de una comprensión deontológica de los problemas éticos relacionados con la eutanasia, entienden que la eutanasia activa se distingue moralmente de la pasiva y de la indirecta porque sí conceden relevancia moral a tales distinciones. Estos desacuerdos sobre el lugar en el que debe caer el acento del juicio moral son responsables de gran parte de los debates sobre la eutanasia. Otra razón, es la falta de claridad sobre el tipo de eutanasia que se discute al debatir sobre una posible despenalización. Para evitar que los debates sobre la eutanasia sigan siendo articulados por diálogos de sordos, mi propuesta es la de restringir el término “eutanasia” a la conducta activa y directa que tiene como resultado la muerte de un enfermo que padece un sufrimiento insoportable, llevada a cabo a solicitud de ese paciente. Empleando la equívoca terminología tradicional, habría que decir que el debate jurídico (no así el bioético) sobre la eutanasia se reduce al debate sobre la eutanasia “voluntaria-activa-directa”

 


Bibliografía:

 

1. Aulisio, M., Principle or doctrine of double effect, in Encyclopedia of Bioethics, 3rd edition, S. Post, Editor. 2003, Macmillan: New York. p. 685-690.

2. Couceiro, A. and P. Simón, Decisiones éticas conflictivas en torno al final de la vida: Una introducción general y un marco de análisis, in Eutanasia Hoy, Un Debate Abierto, S. Urraca, Editor. 1996, Nóesis: Madrid. p. 313-334.

3. Guerra, M.J. (1999). "Euthanasia in Spain: the public debate after Ramon Sampedro's case" Bioethics 13(5): 426-32.

4. Kuhse, H., A modern myth--that letting die is not the intentional causation of death: some reflections on the trial and acquittal of Dr. Leonard Arthur. J Appl Philos, 1984. 1(1): p. 21-38.

5. López de la Vieja, M.T., Principios morales y casos prácticos. 2000, Madrid: Tecnos.

6. Rachels, J., Active and passive euthanasia. N Engl J Med, 1975. 292(2): p. 78-80.

7. Rodríguez-Arias, D., Una muerte razonable: testamento vital y eutanasia. 2005, Bilbao: Desclée de Brower.

8. Tomás-Valiente, C., La disponibilidad de la propia vida en el Derecho Penal. 1999, Madrid: Boletín Oficial del Estado, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

 

Comentarios


eutanasia y suicido asistido

Lunes, 31 Marzo 2008 01:00
Javier Romañach

La matización que propone Antonio a la propuesta de definición de David resulta muy relevante para colectivo de personas con diversidad funcional (discapacidad) y tiene impacto en dos asuntos importantes: 

1. El colectivo de personas con diversidad funcional, que huye del modelo médico rehabilitador que lo define actualmente en España, desea resaltar la importancia de la diferencia entre enfermedad y diversidad funcional. El objetivo es hacer conocer a toda sociedad que la diversidad funcional es una cuestión de Derechos Humanos y no una cuestión de salud, tal como avalan la OMS y la ONU. 

2. El ámbito legislativo que se aplica en el caso de eutanasia está vinculado a la Ley 41/2002 el promoción de la autonomía del paciente, mientras que el suicidio asistido está regulado por el Código Penal. 

Tan sólo la Conferencia Episcopal no incorpora la terminalidad a su definición de eutanasia. 

Bibliografía 

1. Conferencia Episcopal Española, Comité para la defensa de la vida. “La Eutanasia 100 cuestiones y respuestas sobre la defensa de la vida humana y la actitud de los católicos”. Febrero de 1993. 

2.ROMAÑACH J. (2004b). “Los errores sutiles del caso Ramón Sampedro”, en Revista Cuenta y Razón del pensamiento actual. Nº 135-Invierno 2004/2005 (Págs. 73-89). Disponible en Web:  

3. ROMAÑACH CABRERO, J. y PALACIOS RIZZO, A. (2006): «El modelo de la diversidad: La Bioética y los Derechos Humanos como herramientas para alcanzar la plena dignidad en la diversidad funcional». Diversitas. Disponible en web: http://turan.uc3m.es/uc3m/ inst/BC/documents/ Modelodiversidad.pdf

eutanasia y suicido médicamente asistido

Lunes, 31 Marzo 2008 01:00
Antonio Casado da Rocha

Gracias, David, por una aportación tan completa a un tema tan espinoso. De tu definición me ha llamado la atención el que no haga alusión al carácter "terminal" del enfermo que suele hacer la petición de eutanasia. Así se recoge en una declaración de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), que define eutanasia como "la conducta (acción u omisión) intencionalmente dirigida a terminar con la vida de una persona que tiene una enfermedad grave e irreversible, por razones compasivas y en un contexto médico". Algunos han tratado de ponerle plazo a la terminalidad (¿seis meses?), pero lo importante es que la eutanasia surge ante no cualquier sufrimiento, sino ante aquél que se da en el final de la vida, provocado por una enfermedad "grave e irreversible". Para otras situaciones (por ejemplo, la de Ramón Sampedro, que no era un enfermo terminal), yo prefiero hablar de "suicidio médicamente asistido".

estado terminal y diversidad funcional

Martes, 01 Abril 2008 01:00
David Rodríguez-Arias

Soy yo quien os agradece que alimentéis mi propuesta de definición con comentarios tan sugerentes.  

Coincido en vuestra opinión acerca de que el carácter terminal de la situación de quien solicita una eutanasia es muy relevante. Resulta particularmente importante para evitar el riesgo de pendiente resbaladiza.  
Javier señala, en su artículo "Los errores sutiles del caso Ramón Sampedro", cómo las personas con diversidad funcional se ven sometidas a todo tipo de presiones que les llevan a ver la eutanasia como la mejor salida, acaso como la única salida. Me parece importante señalarlo, pues en las situaciones crónicas se puede -y coincido con él en que se debe- agotar toda posibilidad para fomentar la calidad de vida. Hay tiempo para ello, y lo único que hace falta es interés y creatividad por parte de quienes rodean a la persona que desea morir, incluidas las instituciones. Muchos cambian su voluntad cuando se ven respaldados por un entorno social no discriminatorio. Esto no es tan fácil en las situaciones terminales, como el de las personas que padecen, por ejemplo, una esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Por lo tanto, el carácter terminal de la enfermedad es un asunto relevante a la hora de definir para qué casos la eutanasia puede ser éticamente aceptable.  
Ahora bien, la propuesta de Antonio de restringir la eutanasia a las situaciones terminales (y preferir el suicido asistido para las situaciones no terminales) también plantea problemas. Por un lado, ya lo señala Antonio, es difícil definir "situación terminal". ¿1 semana? ¿1 mes? ¿6 meses? Como señala Stuart Youngner con humor, "los pronósticos son difíciles de establecer, en particular los referidos al futuro". Por otro lado, hay situaciones crónicas, no terminales, de diversidad funcional, en las que la persona solicita una ayuda a morir pero un suicidio asistido no se puede plantear (no más que en un caso de ELA). Me refiero a situaciones, muy raras, en las que los impedimentos físicos son tan importantes que ni siquiera el suicidio asistido es posible. Estoy pensando en el caso de Vincent Humbert, joven francés que murió ayudado por su madre, Marie Humbert, y por un intensivista (dr. Chaussoy) en Francia en el año 2000. Tras un accidente de coche, el paciente quedó hospitalizado durante más de 3 años. No tenía un pronóstico terminal, sino que su situación era crónica. Se encontraba en un estado que ha sido comparado al del locked-in o síndrome de enclaustramiento. Perfectamente consciente, escuchaba, pero estaba ciego y no podía mover su cuerpo, a excepción del pulgar de una de sus manos. Acompañado constantemente por sus familiares, en particular su madre, que llegó incluso a cambiar de domicilio para poder ocuparse todo el tiempo de su hijo, Vincent Humbert deseó en un primer momento, mientras experimentó algunas mejoras funcionales, vivir. Sin embargo, llegó un momento en el que los progresos se interrumpieron, y sus médicos le informaron de que su situación era crónica e irreversible. Al conocer su pronóstico cambió completamente de opinión, y manifestó su deseo de morir, deseo que le transmitió al entonces Presidente Jacques Chirac. Éste respondió al paciente, y exigió al entorno del paciente que se agotaran todas las posibilidades y se ofrecieran al paciente todas las facilidades para que Vincent Humbert reencontrara razones para seguir con vida. A pesar de eso, su deseo de morir no cambió en ningún momento durante los siguientes 2 años. Pidió a su madre que le ayudara a morir. Al principio, ella rechazó tajantemente esa posibilidad. Tal rechazo provocó entre madre e hijo un distanciamiento durante algún tiempo. Vincent Humbert coaccionó intencionadamente a su madre negándole la comunicación si ella no accedía a ayudarle a morir. Al final, acabaron pactando el momento de su muerte.  

Sin entrar a discutir la moralidad de los comportamientos entre Vincent Humbert y su madre, este caso muestra, en mi opinión, dos cosas: por un lado, que hay casos, muy excepcionales, de diversidad funcional, en los que el suicidio asistido no es una alternativa real a la eutanasia; por otro, que en tales casos rarísimos, la solicitud de eutanasia puede mantenerse en personas mentalmente competentes a pesar de que la sociedad y el entorno familiar del paciente pongan todos los esfuerzos para que el paciente no desee morir. 

Humbert, V.: Je vous démande le droit de mourir. Michel Lafont, Paris, 2003

terminalidad y diversidad funcional

Miércoles, 09 Abril 2008 01:00
Javier Romañach

Coincido con David en que es problemático encontrar el plazo en el que la enfermedad es terminal o no, como lo es para los musulmanes si ya es de noche para poder empezar a comer en el Ramadán. A falta de una solución tan hábil como la de Mahoma (será de noche cuando no se pueda distinguir un hilo blanco que esté sobre una tela negra), suelo distanciarme del asuntocon una frase anómima: "la vida es una enfermedad degenerativa terminal de transmisión sexual". 

El caso de ELA y otras diversidades similares no ha sido afrontado todavía con rigor desde el modelo de la diversidad, pero son muchos los que conozco y reivindican, por encima de todo, el derecho a una vida digna. 

Aparte de eso, el caso que menciona de Humbert es de suicidio asistido, ya que distaba de la terminalidad y por eso decidió suicidarse, como necesitaba ayuda fua asisitido.