Por María García Castelo y María Hidalgo García

“Las patentes no son derechos divinos. Son herramientas creadas para beneficiar a la sociedad en su conjunto y no para que un puñado de compañías farmacéuticas multinacionales se llenen los bolsillos”. Bajo esta frase, el Doctor Bernard Pécol definió en la campaña para el acceso a medicamentos esenciales de Médicos Sin Fronteras el estado actual de las patentes farmacéuticas.

Las patentes es, sin duda, uno de los asuntos que más importan a nivel de justicia global. Este tema ha sido debatido en grandes cumbres internacionales desde la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y en el Acuerdo sobre Aspectos Comerciales de los Derechos de Propiedad Intelectual (ADPIC).

Las patentes farmacéuticas es una de las principales trabas con las que se encuentran muchos países para poder acceder a medicamentos básicos ya que se le asigna al titular de la patente un monopolio sobre el medicamento durante un número de años -suele rondar en 20-. Dichos propietarios pueden fijar el precio de sus productos, una acción que hace que muchas personas sean incapaces de poder acceder a ellos.

Así pues, si nos encontramos ante un problema de tal envergadura y donde a priori, los países están de acuerdo en cooperar para que todos puedan acceder a medicamentos vitales, ¿por qué no se toman cartas en el asunto?

Varias naciones han consensuado diferentes estrategias donde los derechos públicos y privados estén equilibrados con la propiedad intelectual. Un punto importante ya que, por una parte, se cumplen las leyes sobre patentes estipuladas en el ADPIC y, por otra, países en vías de desarrollado se sienten más protegidos.

La Declaración de Doha de 2001 de la OMC relativa al Acuerdo ADPIC y la Salud Pública ha sido un punto importante así como el informe de la Comisión del Reino Unido sobre los Derechos de Propiedad Intelectual (“Integrando los Derechos de Propiedad Intelectual y Política de Desarrollo” 2002) que defiende un sistema que apoye a los países en vías de desarrollo según sus necesidades y el propio crecimiento del país.

Se trata de propuestas factibles en las que, cada una de las partes obtendrían beneficios y en conjunto todos ganarían. ¿Qué ocurre entonces para que estos planes no se lleven a cabo?

Las patentes farmacéuticas forman parte de un “limbo” de problemas sin resolver.  Puesto que los países más perjudicados son aquellos en vías de desarrollo, cada país debería poder diseñar su propio sistema según sus intereses y siempre rigiéndose por el acuerdo ADPIC.

En el libro Hacer justicia en la humanidad, Thomas Pogge pone de manifiesto este problema y aporta una posible alternativa para paliar dicho asunto. A través de un plan concreto, realizable y políticamente realista, pretende reformar las reglas nacionales y globales vigentes.

Bajo el programa que recibe el nombre de “Full-push”, Pogge apuesta por un proyecto más independiente al existente donde se incentiva a los innovadores para que asuman sus investigaciones y en el que la recompensa depende de lo bien que funcionen estas.  Asimismo, estos incentivos a los innovadores se reorientarían en formas altamente deseables, intentando que las farmacéuticas cambien su ambición de la obtención de beneficios en pro de las mejoras de las enfermedades en los países menos desarrollados.

Aunque los medicamentos se inventan para que la gente se pueda beneficiar de la innovación y así poder curar distintas enfermedades, a día de hoy los beneficios se anteponen a la salud pública; y no solo eso, sino que además, a menudo, las patentes obstaculizan el acceso a fármacos que podrían salvar vidas. Una realidad triste pero cierta.  “Me indigna oír que los derechos de las patentes no constituyen una barrera al tratamiento aquí en Sudáfrica. He visto hombres y mujeres jóvenes morir víctimas de tumores cerebrales asociados al SIDA, tras padecer insoportables dolores de cabeza. He visto niños llenos de cicatrices provocadas por dermatitis asociadas al SIDA, incapaces de dormir por el dolor. Sabía que una terapia antirretroviral podía ayudarles, y que la única barrera que lo impedía era el coste del medicamento patentado.” (Eric Goemaere. Médicos Sin Fronteras. Khayelitsha, Sudáfrica)

 

Comentarios


Incentivos

Jueves, 22 Diciembre 2011 09:56
Txetxu Ausín

Lo realmente interesante de la propuesta de Pogge es que no pretende que las farmacéuticas se conviertan por arte de magia en oenegés, reorientando sin más su investigación y su producción hacia las enferemedades olvidadas de los pobres. Lo que busca es establecer un sistema de incentivos (de premios) de tal modo que la ganancia provenga precisamente de investigar y producir fármacos accesibles para la mayoría de las poblaciones del globo. Esto es, apelando a su interés en el beneficio y aprovechando su know-how, proveer de medicamentos al mayor número de afectados por una determinada patología: Se ofrecería un premio proporcional al impacto global que consiga un medicamento de modo que el objetivo sería conseguir un fármaco que llegue al mayor número de personas ya que, a mayor impacto global, más dinero para el laboratorio.Y más población atendida ... Véase también: http://www.fuseres.org/nuntius/periodismo-social/101-brecha-1090.html


Podríamos decir que el modelo de Pogge apela a la misma avaricia de las farmacéuticas.