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Es un placer para nosotros presentarles un nuevo numero de DILEMATA, que sigue siendo un espacio de diálogo y reflexión sobre cuestiones fundamentales en filosofía, ciencia y ética.

En este número misceláneo hemos seleccionado cuatro artículos de particular interés que sin duda estimularán el debate.

El primero de ellos, “Potencialidad, suficiencia constitucional y viabilidad fetal: una propuesta de solución a la cuestión del estatuto del embrión humano”, intenta traer luz a un tema tan polarizado y emotivo como el estatuto del embrión humano.

En el segundo artículo, “Mejoramiento y transhumanismo: ¿Un cambio aceptado? se nos presentan los últimos avances en genética que pueden dar lugar a la mejora de nuestra especie tal y como defiende el transhumanismo.

En el tercer artículo, “Reflexiones sobre las relaciones entre racionalidad, emotividad y ética” establece un puente entre la filosofía y la psicología para explorar las intersecciones de la razón, las emociones y la ética en el contexto de la discapacidad.

Por último, “Nunca me abandones: ficción distópica para los seres humanos; realidad actual para los otros animales”, la reflexión se centra en la obra de Kazuo Ishiguro, destacando la paradoja de considerar la explotación de clones como distópica mientras ignoramos la explotación que sufren los animales no humanos en nuestra sociedad.

Estos cuatro artículos, aunque diferentes en cuanto a su temática, nos invitan a reflexionar sobre cómo nuestras decisiones éticas impactan en nosotros, tanto a nivel individual como colectivo.

También contamos con dos reseñas de libro. El primer libro “Ética de la Investigación para las Ciencias Sociales”, coordinado por Adolfo Estalella, reseña de Aileen Chales-Aoun. Segundo libro “La infancia invisible. Cuestiones ético-políticas sobre los niños” de Mar Cabezas, reseña realizada por Dorotea Buendía.

Esperamos que disfruten de estas lecturas tanto como nosotros y les animamos a que participen en en la reflexión y dialogo que cada uno de los libros y artículos de este número de DILEMATA  promueve.

Anibal Monasterio Astobiza
(LI2FE)

Melania Moscoso
(Instituto de Filosofía CSIC))

 

La puesta en escena determina en buena medida la impresión que puede dejar una realidad como la diversidad funcional en una audiencia novel. Si está dominada por el discurso de la superación personal, la diversidad funcional será considerada una barrera a superar, una carrera de obstáculos... una putada. En un principio, puede serlo, pero la vida continúa y hace realidades coherentes de otras formas de ser en el mundo. En las presentaciones basadas en el mérito personal no se habla más que de un esfuerzo denodado por volver a ser normal, y de sus frutos o sucedáneos. Lo de otras formas de vivir y otros mundos posibles se queda en la caja de lo sobreentendido pero no dicho.

Recuerdo ahora una cuña informativa de un canal autonómico, en la que se describía la visita que realizaba un colegio a una residencia de atención a minusválidos físicos, financiada por el gobierno regional. Las conclusiones de los niños eran más o menos parecidas, además de contener un giro perverso: "Ellos son como cualquiera de nosotros, y aquí están mejor porque los cuidan muy bien"... ¿por qué los niños comulgaban con semejante contradicción? Fácil, porque la primera parte del mensaje en realidad no había calado. Ellos en realidad no son como aquellos niños. Es más, en aquella residencia llena de auxiliares de enfermería, medicación, megafonía en los pasillos, y comidas bajas en sal, ellos eran lo más parecido a un enfermo que un niño, y cualquier adulto, suele reconocer.

Otras veces la escenificación es más improvisada ¿Está malito? Suelen preguntar a sus adultos cuando me ven pasar en mi silla de ruedas. Reciben una discreta confirmación y una, igualmente discreta y vehemente, invitación a cambiar de tema. Otros padres, más honestos, se encogen de hombros y confiesan que no lo saben, pero aun contienen a los pequeños de hacer preguntas incómodas. Los más valientes, bajo mi punto de vista, invitan a los chavales a preguntar so pretexto de la asumida naturalidad infantil... y que salga el sol por donde quiera...

La puesta en escena de la diversidad funcional provoca como mínimo perplejidad, cuando no un profundo rechazo arraigado en presuposiciones y juicios sobre lo que se considera una buena vida. En el caso de los niños, estos prejuicios hunden sus raíces en la tierra de sus vivencias y afectos, y no se pueden cambiar, de la noche a la mañana, con una presentación superficial. Este fugaz contacto, desconectado de todo lo demás importante en la vida del niño, no hace más que reforzar la visión negativa que ya tenían, por carecer de referentes a los que anclarlos en su propia experiencia.

Pareciera que es necesario remontar esta desorientación con una puesta en escena apropiada y positiva. En unas cuantas ocasiones me dediqué a dar charlas en colegios sobre el Movimiento de Vida Independiente y el concepto de diversidad funcional. No era un discurso medicalizado ni tampoco obsesionado con la normalidad. Pero tampoco pude evitar sentirme expuesto, en este caso por mi mismo, en una especie de escaparate para la ocasión; una suerte de cojo hecho a sí mismo al que observaban y escuchaban, mientras se preguntaban qué podían tener en común con él. Aquél tampoco era el camino, al menos para mí.

La puesta en escena de la diversidad funcional, en el mejor de los casos, es improvisada, pero sobre todo asociada a un contexto que le dé sentido y proyección. Los niños pueden tener vecinos con diversidad funcional, familiares, amigos o enemigos. En la percepción del niño la diversidad funcional tiene que estar en principio en un segundo plano, aunque salte a la vista, porque no afecta tanto a lo que se hace, sino al modo en que se hace. Después, si la curiosidad y la implicación les lleva más lejos, pueden empezar a descubrir que apoyos y arreglos son necesarios para que todos podamos disfrutar de las mismas cosas. Aparte de la familia, el principal lugar donde socializan los niños es en la escuela, por lo que tener un compañero o compañera con diversidad funcional en clase pone a disposición todas las posibilidades de aprendizaje y normalización de este hecho de la vida. En definitiva, el contacto con esta realidad tiene que ser lo más natural posible, lejos de artificiales escenificaciones.