Los consejos de los filósofos. Una introducción a la historia de la ética (2011) es una obra en la que Juan Carlos Siurana prolonga el desarrollo de una propuesta iniciada con la publicación de Una brújula para la vida moral (2003), volumen al que siguieron Voluntades anticipadas. Una alternativa a la muerte solitaria (2005) y La sociedad ética. Indicadores para evaluar éticamente una sociedad (2009).
Siurana trata de realizar en Los consejos un recorrido a través de las teorías éticas que han marcado la historia de la filosofía moral occidental. Las ideas principales de la ética de los pensadores griegos clásicos, de los teólogos y filósofos medievales y de los pensadores modernos (desde Hobbes a Nietzsche), constituyen la parte expositiva de la obra. Los capítulos que componen el libro, a excepción de la introducción, el último capítulo y el epílogo –que esbozan y desarrollan, respectivamente, la propuesta del autor–, tienen como objetivo acercar al lector a los ejes fundamentales sobre los que han girado las teorías éticas correspondientes a los tres periodos históricos señalados.
El trabajo que nos presenta el profesor Siurana posee, entre otras virtudes, la de la claridad expositiva y la de saber sintetizar aquellas ideas que son esenciales en el pensamiento de cada autor. Ofrece al lector –por ser una introducción a la historia de la filosofía moral– las nociones y conceptos fundamentales. Al explicar las distintas teorías éticas el autor tiene como finalidad procurarse una base sobre la cual fundamentar la idea que encontramos en el propio título del libro. En la Introducción se indica que la obra podría haber recibido el nombre de Mis consejos a partir de la historia de la filosofía (p. 19). Entraremos en esta idea con más detalle después de sintetizar el contenido de los capítulos.
Siurana comienza su recorrido histórico por la primera ilustración –la ilustración helénica–, donde los sofistas destacan como el principal movimiento intelectual. Protágoras, Gorgias, Pródico e Hipias sostienen una visión relativista del mundo, aunque no todo su pensamiento se basa en esta concepción. La distinción entre un “orden natural” y un “orden determinado por leyes y convenios humanos” (p. 25), así como la defensa de la igualdad entre los hombres (contrapuesta a la imposición de la esclavitud, la cual forma parte del orden social vigente en la Atenas del siglo V a. C.) hacen de estos “maestros de excelencia” no sólo promotores de todas aquellas ideas que Platón trata de refutar en varios de sus Diálogos, sino también pioneros en la forja de ideas como el progreso moral. Platón defendía un ideal de educación (paideia) que se distanciaba de la comprensión que los sofistas tenían del diálogo. Para Sócrates el diálogo era un camino hacia la verdad y no un medio para convencer públicamente a los ciudadanos. Esto explica el sentido que tiene cada uno de los “diálogos socráticos” en el conjunto del corpus platónico.
El segundo capítulo, titulado “ser feliz en la ciudad”, está dedicado a Aristóteles y las obras en las que éste desarrolla una “filosofía de las cosas humanas”, como la Ética a Nicomaco o la Ética a Eudemo (p. 44). La felicidad, la virtud, la prudencia, la deliberación y la justicia son conceptos clásicos de la ética aristotélica. Su explicación sistemática constituye el objetivo del capítulo.
“La felicidad como vida serena”, el tercer capítulo del libro, alude a la obra de Epicuro y la corriente filosófica desarrollada a partir de los principios éticos formulados por este pensador nacido en Samos. Asimismo, se expone el “origen y claves del estoicismo” (p. 75) a través de la obra de Séneca. La ética agustiniana y la ética tomista son abordadas en el cuarto capítulo, donde De civitate Dei y otras político-morales no menos importantes del obispo de Hipona se explican al hilo que se muestra el origen cristiano de la filosofía desarrollada por este pensador universal nacido en Tagaste. La obra de Tomás de Aquino fue condenada por la propia Iglesia católica, aunque más tarde sería recuperada y asimilada a su doctrina oficial. Aristóteles es la gran fuente filosófica de Aquino. Su ética es el resultado de la conciliación de la tradición pagana y la cristiana.
En el quinto capítulo se da un gran salto y la atención de Siurana recae en Hobbes. Tal salto está justificado por cuanto el interés del autor no es tanto realizar un recorrido histórico que se ciña a un hilo que dé cuenta de las vinculaciones e influencias entre unas líneas de pensamiento y otras, como presentar las teorías éticas que son más importantes según su punto de vista. Esto es, Siurana no puede eludir que en su exposición de las teorías éticas que considera fundamentales haya de partir de la Antigüedad, continuar con el Medioevo y concluir en la Modernidad, pero en realidad esto no es esencial para el propósito del libro. La “ética del miedo” (p. 111) es el fundamento de la teoría política de Hobbes. El Leviathan, la obra más conocida de Hobbes –fruto de una síntesis de tratados que el filósofo inglés había redactado con anterioridad–, se expone incidiendo en los pasajes más importantes en relación con la historia de las teorías contractualistas. Siurana alude al pensamiento ético-político de Locke, cuyo contractualismo puede compararse con el de Hobbes y también con el de Rousseau. La diferencia fundamental entre los tres autores es que, después del contrato, para Hobbes la comunidad queda sometida sin límites bajo el poder de un soberano –el Leviatán–; en Locke, la comunidad puede rechazar dicho gobierno cuando le convenga; y en Rousseau la comunidad puede gobernarse sin distinción entre gobernantes y gobernados. El concepto de soberanía es central en los tres pensadores políticos.
La ética de Hume posee abundantes diferencias con respecto a la de Kant. La concepción del pensador escocés de la felicidad, la virtud, la razón y las pasiones se explica a lo largo del sexto capítulo, y el contenido de obras como la Fundamentación de la metafísica de las costumbres o Sobre la paz perpetua se expone en el séptimo. Siurana acude inicialmente a la Crítica de la razón pura para dar razón de lo que Kant desarrolla en la Fundamentación. Las tres formulaciones del imperativo categórico que aparecen en esta obra (a las que se añadiría una cuarta que sería válida sólo para los soberanos, según explica A. Cortina en un texto dedicado a esta cuestión y recogido en la obra colectiva con el título de Kant después de Kant) se exponen con el fin de concretar qué entiende el filósofo de Königsberg por “moralidad”.
La comparación entre la “moralidad” kantiana y la “eticidad” hegeliana se realiza en el octavo capítulo, titulado “El tribunal de la historia”. El profesor Siurana conoce en profundidad el pensamiento ético-político del filósofo nacido en Stuttgart, sobre quien ha impartido distintos cursos dedicados a las Grundlinien. Sintetiza el sistema hegeliano y presenta el contenido de las nociones como “voluntad”, “derecho abstracto” y “libertad”, que adquieren un significado particular en la obra de Hegel. La “familia”, la “sociedad civil” y el “Estado” son las distintas expresiones, en forma de progreso, de la “Eticidad” hegeliana, la cual, como hemos indicado, se compara con la concepción kantiana de la moralidad. Al final del capítulo Siurana expone algunas de las críticas más importantes de Marx a Hegel. La filosofía política, social y económica marxista se explica en el décimo capítulo.
El noveno capítulo está dedicado al utilitarismo, y en concreto a las figuras de J. Bentham y J. S. Mill. Como indica Siurana, Bentham es el “fundador de la variante moderna del hedonismo ético” (p. 226). Mill desarrolla en su obra El utilitarismo algunas de las tesis de Bentham, pero introduce cambios fundamentales en la doctrina de éste último al tratar de enmendar los errores que había encontrado en ella. El principio de la mayor felicidad es para Mill el criterio de la moralidad (p. 235). Siurana se ocupa de exponer por extenso el significado que el pensador inglés atribuye a nociones que ya hemos mencionado a propósito de otros autores. No sólo la de felicidad, sino también la de justicia, derecho, virtud, bondad y libertad (esta última, desarrollada en su conocido ensayo monográfico redactado en 1859), adquieren un relieve particular en la teoría utilitarista.
Siurana desarrolla el pensamiento de Marx, como hemos señalado, partiendo de su crítica a Hegel. La “lucha de clases” es el título que se le da al capítulo, y en él se habla también de las influencias que Marx recibe de Feuerbach a la hora de interpretar el pensamiento hegeliano. La crítica a la economía política clásica es una parte fundamental de la obra de Marx. Sus Manuscritos filosófico-económicos, publicados póstumamente, renovaron la comprensión que los herederos del pensador prusiano habían elaborado inicialmente. J. Conill expone en El enigma del animal fantástico la vertiente humanista que han constituido algunos intérpretes de Marx, frente a la que concibe al marxismo como una teoría científica de la sociedad. El comunismo, el materialismo histórico y la teoría de la plusvalía son tres ejes sobre los que se asienta la crítica de Marx a la economía capitalista.
El pensamiento nietzscheano es abordado en el penúltimo capítulo. Nietzsche ha sido uno de los mayores críticos de la filosofía marxista y otras corrientes de pensamiento modernas que conciben a los individuos, a los valores y a la vida desde una concepción en vinculación directa con el cristianismo. Siurana expone las tres “transformaciones del espíritu” que aparecen en Así habló Zaratustra haciendo referencia a tres modelos de ser humano: el camello, el león y el niño. La crítica a la cultura occidental es el tarea central del cuarto periodo, el “hacer filosofía a martillazos” (p. 293), según la propia expresión nietzscheana. El autor presenta y explica los conceptos de Nietzsche más conocidos articulándolos mediante la clasificación de su obra en cuatro periodos: “la admiración hacia el genio”, “el científico como espíritu libre”, “el niño que juega” y “la filosofía a martillazos”. Las cuatro etapas se corresponden con los cuatros estadios del espíritu. La “psicología del desenmascaramiento”, el “espíritu libre”, la doctrina del “superhombre”, la “muerte de Dios”, la “voluntad de poder”, el “eterno retorno”, la “transvaloración de todos los valores” son ideas nietzscheanas que laten todavía con fuerza en el pensamiento contemporáneo.
En el último capítulo Siurana extrae sesenta consejos a partir de las teorías éticas que ha explicado a lo largo del libro. Divide los consejos morales de los filósofos en tres grupos, los cuales son anunciados al comienzo del libro: los que se refieren a la autocomprensión, a la fundamentación y a la aplicación. Cada uno de los consejos se extrae a partir de lo expuesto en los capítulos anteriores. Hay un importante esfuerzo de síntesis por parte del autor, que tiene como finalidad poner en diálogo las distintas concepciones éticas.
La explicación de las principales teorías éticas que han constituido la historia de la disciplina tiene como objetivo elaborar un experimento mental: “sentar en una mesa” a los filósofos que las han sustentado de tal modo que mediante el diálogo tratasen de llegar a un acuerdo sobre lo que discuten. Pero la propuesta del libro no es “averiguar en qué cosas se habrían puesto de acuerdo los diversos filósofos”, sino ofrecer consejos – inspirados en las teorías que hemos visto más arriba– que sean “compatibles entre sí” (p. 345). La finalidad del autor en este libro es, pues, ofrecer consejos morales concretos a partir de teorías éticas cuya aplicación es siempre difícil de conseguir. Siurana afronta lo que piensa que sigue siendo un reto para la filosofía; a saber –y en palabras de T. L. Beauchamp–, que las teorías filosóficas no consigan “alcanzar los problemas de la práctica”.
El autor piensa que los modelos éticos sirven para estructurar de forma racional todo cuanto tiene que ver con el forjamiento del carácter (p. 14), pudiendo cumplir con tres funciones: proporcionar autocomprensión a los sujetos, permitir la fundamentación de normas o valores, o llevar a cabo la aplicación de lo que proponen a casos concretos.
La relevancia filosófica del libro estriba en proporcionar recursos morales realmente valiosos y válidos para las situaciones a las que se refieren de forma abstracta las teorías. Se trata de conseguir que la concepción aristotélica del bien, el imperativo categórico kantiano u otras ideas de distintas tradiciones éticas puedan arraigar en los actos de los individuos a través del nivel de la aplicación al ser presentadas en forma de consejos.
Siurana toma en cuenta a aquellos que criticasen su decisión de haber incluido las once teorías éticas seleccionadas y haber excluido otras. Piensa que este número concreto de teorías constituyen las más importantes de la historia de la ética hasta el siglo XIX. El hecho de no haber incluido teorías elaboradas desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días se explica en el Epílogo del libro. Aquellos que quieran acercarse a las teorías éticas más recientes desde la óptica que le ha impreso nuestro autor –que da cuenta de sus múltiples influencias recibidas a lo largo de su formación intelectual–, pueden consultar las obras que hemos citado al comienzo. En ellas el lector podrá encontrar además un centro neurálgico que también incumbe a Los consejos: el intento de ofrecer una “brújula para la vida moral” (p. 339).
A la hora de ofrecer consejos morales surge un peligro, como se indica en la Introducción. Para no caer en un relativismo que afirmarse la igual valía de todos los consejos, es menester hallar algún criterio con el que discernir cuál de ellos es válido para una situación concreta y cuál no. Recae toda la responsabilidad en el experto en ética. Es interesante comparar esta idea que aparece al comienzo del libro con lo que se dice hacia el final sobre la “ética de la ética”, esto es, la ética de quien se dedica a la ética. Los filósofos morales que aplican su conocimiento a otras disciplinas requieren también de criterios con los que decidir si su ejercicio de la profesión es ético o no, criterios con los que saber si están o no capacitados para asumir los riesgos y consecuencias que conlleva enfrentarse a conflictos y dilemas éticos que tienen lugar en ámbitos como la economía, la medicina o el periodismo.
Si presentamos la obra Siurana como un conjunto de consejos de los filósofos más importantes de la historia de la ética, debemos añadir, además de que su originalidad estriba en haber encontrado puntos de concordancia entre las diferentes tradiciones, que en realidad tal conjunto no es estrictamente de los filósofos e ideas en que se ha basado para elaborar los consejos. Se ha basado en ellos, es cierto, pero el resultado final no es ya parte de la historia misma de la ética; es decir, el contenido de tales consejos no podrá ser hallado de modo literal en ninguna obra de Aristóteles, san Agustín o Rousseau. La elaboración de los sesenta consejos que se exponen al final de la obra ha sido realizada ateniendo sobre todo a un criterio, el cual a la vez –se deduce– legitima al filósofo que asesora éticamente a quienes solicitan sus conocimientos. Tal criterio no es otro que el de hacer compatible el contenido de las distintas teorías éticas. Es un intento que cobra validez no mediante la aceptación de los filósofos que participarían en un diálogo virtual hasta elaborar el conjunto de tales consejos (diálogo al que, habiendo contribuido todos a confeccionarlo, podrían dar el visto bueno). “Su validez depende del análisis mismo de la lista de consejos” (p. 19). La lista de consejos está en dependencia –y aquí radica el punto que dictaminaría si la propuesta de Siurana es acertada o no– de si tales consejos son válidos para la autocomprensión, la fundamentación y la aplicación éticas. No importa tanto que esos consejos sean aprobados por el conjunto de las teorías en que están basados como que sean válidos para lo que se proponen. Al exponer los sesenta consejos, Siurana desglosa cada uno de ellos, analizando su contenido. Y este análisis ha de cumplir con el siguiente propósito: “Si queremos realmente que los consejos de los filósofos puedan actuar como una brújula para nuestras vidas, es un requisito imprescindible que sus consejos puedan ser compatibles entre sí” (p. 343). Una de las razones últimas por la que Siurana entiende que la compatibilidad de estos consejos es necesaria consiste en lo que antes dijimos sobre la “ética de la ética”.
Quien busca consejo moral en la filosofía tiene la esperanza de encontrar una respuesta efectiva al problema que le ha motivado a acudir al experto que pueda proporcionárselo. La sociedad demanda respuestas de la filosofía moral a problemas que otras disciplinas no logran resolver. La ética está preparada para el momento de la aplicación si y sólo si antes de ofrecer esas respuestas que le solicitan es capaz de generar un acuerdo interno entre su propio contenido. Es decir, si es capaz de haber razonado mediante un diálogo virtual sobre el conocimiento que puede proporcionar el conjunto de sus teorías y haber extraído algo válido para el problema en cuestión que se le presenta. Siurana piensa que la ética sí es capaz de ello. De ahí que al comienzo del libro indique: “la ética es el resultado de tomar lo mejor de cada una de las teorías éticas” (p. 18), y que al final concluya: “la búsqueda de acuerdos entre los filósofos, también entre las teorías éticas, es una actitud esencial de todo buen profesional de la ética” (p. 344). El objetivo de Siurana en Los consejos de los filósofos ha sido ante todo ampliar las posibilidades de la ética en un mundo cuya dinámica requiere cada vez más de sus recursos.
Víctor Páramo Valero
Universitat de València