La reciente visita del Thomas Pogge a Barcelona ha servido para dar difusión a algunas de las propuestas contemporáneas más poderosas y prometedoras para combatir la pobreza y la injusticia global. Thomas Pogge es Leitner Professor de Filosofía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Yale, donde dirige el programa de Justicia Global. Ha publicado numerosos libros y artículos sobre pobreza y justicia global traducidos a multitud de idiomas. En Español ha publicado “Hacer Justicia a la Humanidad” (FCE, 2009), “La pobreza en el mundo y los derechos humanos” (Paidós, 2005) y, más recientemente “¿Estamos violando los derechos humanos de los pobres del mundo? (Proteus, 2013).
Las fundaciones Víctor Grífols i Lucas y Probitas auspiciaron el 27 de noviembre una jornada en el Ateneu Barcelonès titulada “Alcance y límites de la solidaridad en tiempos de crisis”, y en la que participaron también Francesc Mateu, Oriol Bota, Adela Camí, Pau Vildal, David Llistar, Rafael Villasanjuan, Ramón Pascual, María José Vidal, Jaume Albaigès, Elena Rodríguez y Carme Parras (http://www.efc.be/news_events/Documents/ProgramEng.pdf). El día 28 Thomas Pogge participó junto con la neurocientífica Mara Dierssen en una Disputatio en el Ayuntamiento de Barcelona (http://www.barcelonadisputatio.com/), en la que expuso las bases de su propuesta para un nuevo modelo de incentivar la innovación farmacéutica basada en el impacto de los medicamentos sobre la salud global, el Health Impact Fund (vídeo disponible del evento aquí). Por último, el día 29 participó en el lanzamiento de ASAP (Academics Stand Against Poverty) en España, en un evento organizado por Paula Casal en la Universidad Pompeu Fabra, y en el que participaron, además, Luis Cabrera, Leif Wenar, Gonzalo Fanjul, Giorgios Kallis, Rafael Villasanjuán y Andrew Williams (http://www.upf.edu/dret/_pdf/29_novembre.pdf).
En su visita a Barcelona, Pogge ha explicado su teoría sobre las responsabilidades de los países ricos con respecto a la situación en la que se encuentran los pobres, y detalló su propuesta basada en la noción de deberes negativos. Los deberes negativos son aquellos que tenemos de no dañar a otros, por ejemplo el de no torturar. Los deberes negativos se distinguen de los deberes positivos, aquellos que tenemos de ayudar a otras personas. Los estados están obligados a ayudar a los ciudadanos de otros países, pero pueden legítimamente dar prioridad a los ciudadanos nacionales. Ahora bien, cuando se trata de no dañar, los estados tienen idénticas obligaciones con respecto a sus propios ciudadanos que con respecto a los ciudadanos de otros países. Los derechos humanos pueden ser violados interactivamente, o a través de instituciones (apoyando instituciones que hacen difícil o imposible la realización de derechos humanos).
Bajo las actuales reglas internacionales de la economía mundial, existe un déficit masivo de derechos humanos: 842 millones de personas están crónicamente desnutridos. Dos mil millones de personas carecen de acceso a medicamentos esenciales. En torno a 50000 muertes se producen diariamente relacionadas con causas relacionadas con la pobreza. Una estimación conservadora sugiere que hasta un tercio de las muertes contemporáneas tienen como causa la pobreza. Entre 1990 y 2013 hubo más de 400 millones de muertes motivadas por esta causa, una cantidad de muertes que, en tan solo 25 años, muy superior al total de las provocadas por todas las guerras del siglo XX, incluidos los genocidios, los campos de exterminio y las Guerras Mundiales. Por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos la capacidad de erradicar la pobreza. Sin embargo, el orden institucional actual (por ejemplo, las reglas que gobiernan el comercio internacional), imponen una distribución cada vez más desigual de la riqueza global. El 68% más pobre de la población mundial detenta tan solo el 3% de la riqueza global.
Pogge rebate razonadamente algunas de las objeciones más comunes en contra de la responsabilidad de los países pudientes con respecto a la situación de los empobrecidos. Frente a quienes afirman que “los índices de pobreza han mejorado”, contesta que, si bien la proporción de pobres ha decrecido, no se puede decir lo mismo sobre los números absolutos, que crecen. El modo en que se mide la pobreza también es discutible: las conclusiones más optimistas sobre la pobreza se basan en criterios de pobreza redefinidos a la baja para que las estadísticas permitan afirmar el cumplimiento de los objetivos del milenio. Por último, lo relevante no es en qué punto nos encontramos en la lucha contra la pobreza, sino en los logros que podríamos haber conseguido si los pobres del mundo hubieran participado proporcionadamente en el crecimiento económico. Lo que importa moralmente es cómo se podrían haber encontrado hoy mismo. Contentarse con las estadísticas, por mostrar una ligera mejora con respecto a un pasado más injusto, sería como contentarse con que las cifras de exclavitud hubieran decrecido proporcionalmente, a pesar de seguir siendo masivas y crecientes en números absolutos. Si las muertes por pobreza son evitables, son un crimen.
Otro argumento frecuente es el que atribuye la pobreza a causas locales. El hecho de que dos países que partieron de situaciones similares pero que disfrutan hoy de niveles dispares de desarrollo (por ejemplo, Corea del Sur y Senegal) demostraría, de acuerdo a este argumento, que la pobreza nada tiene que ver con nosotros, sino que se debe a causas culturales, a la corrupción local, a los regímenes dictatoriales, a la pereza… Pogge reconoce que los factores locales tienen un impacto en la evolución de los índices de desarrollo de los países. Sin embargo, el argumento va más allá: asume que los factores globales son irrelevantes. Considerar que los índices de desarrollo solamente están determinados por factores locales, es una conclusión precipitada y errónea. Para desarrollar su argumento, emplea una analogía. En una clase, algunos alumnos aprenden más que otros; algunos sacan mejores calificaciones. ¿Significa esto que las capacidades del profesor y sus aptitudes docentes son irrelevantes? En absoluto: la forma de enseñar determina, por ejemplo, la motivación de los alumnos, y si un profesor hace bromas sexistas, su conducta puede explicar que las alumnas tengan una motivación menor que los alumnos. Los factores locales y los globales son co-responsables de la persistencia de la pobreza severa. Algunos factores globales influyen directamente la situación de los más pobres del mundo (por ejemplo, los programas de ajuste estructural); otros lo hacen de forma indirecta (las leyes proteccionistas de comercio de cereal en los países ricos).
¿En qué consiste ese orden global institucional al que Pogge atribuye una responsabiliad parcial en la creación y perpetuación de la pobreza y la desigualdad global? Estos son algunos ejemplos empleados por él: La arquitectura institucional supranacional diseñada por los ricos y para los ricos incluye los créditos para la exportación, el dumping, el proteccionismo ya mencionado de los mercados ricos (que introduce en el mercado sus productos a un precio artificialmente abaratado e impide a los pobres comerciar con ellos de forma competitiva) o las leyes de patentes y sobre la propiedad intelectual (trade related intelectual property rights) que impiden el acceso a medicamentos vitales a la mayoría de las personas que los necesitan. Esas reglas sobre la propiedad intelectual fomentan un sistema de innovación farmacéutica desviada del objetivo (el bien intrínseco) de alcanzar un alto impacto en la prevención y curación de enfermedades, para centrarse exclusivamente en la obtención de beneficios, e impiden simultáneamente a los países pobres reproducir a precio de producción esos mismos productos. Por ejemplo, India, antes de que la Organización Mundial del Comercio aprobase los acuerdos sobre los derechos de propiedad intelectual, disponía de leyes que imponían una demora de 7 años antes de que se pudieran hacer medicamentos genéricos. En la actualidad, sus leyes exigen una demora de 20 años, durante los cuales el innovador se convierte en un proveedor monopolístico, con el resultado de que las medicinas dejan de estar disponibles para todos aquellas poblaciones que no pueden pagarlas, aunque sean también las que más las necesiten. Otros ejemplos de lo que Pogge llama el orden global institucional lo constituyen las reglas internacionales sobre contaminación –que no exigen a los países contaminadores compensar a quienes más sufren los efectos de esa contaminación-, o los flujos financieros ilegales y la evasión fiscal, por ejemplo a través de lo que se conoce como transfer pricing –mecanismo a través del cual una empresa explotadora de recursos de un país pobre (por ejemplo, el cobre de Zambia) vende lo obtenido a un precio artificialmente bajo a una empresa subsidiaria situada en un paraíso fiscal (Suiza o Bermudas) para evitar impuestos (se estima que el 60% del actual comercio mundial es interno, entre firmas que pertenecen a la misma compañía). De ese país, el producto se vende a un precio mucho mayor al mercado regular, (por ejemplo, a Sudáfrica). El país rico en recursos no recibe apenas compensación por la pérdida de su riqueza nacional. Otro ejemplo particularmente trágico de arreglos institucionales abusivos lo constituyen las facilidades que los estados ricos dan a los gobiernos golpistas, reconociéndolos y estableciendo relaciones comerciales con ellos: a través de esos mecanismos no solo se incentiva la inestabilidad de los países pobres, sino que se fomenta una injusticia generacional al permitir que los gobiernos dictatoriales vendan los recursos naturales de esos países a cambio de beneficios personales que no acaban repercutiendo al conjunto de la sociedad (ejemplos de Guinea Ecuatorial), permitiendo que el país se endeude y obligando a su población a pagar una deuda que ellos no han contribuido a contraer, y cuyas consecuencias tan solo padecen. Los arreglos internacionales en el comercio de armas ayudan a esos gobiernos antidemocráticos a gobernar sin el apoyo de la población, lo que genera una espiral de desigualdad. Por último, Pogge menciona el fenómeno del “regulatory capture”, que se refiere al modo en el que los intereses particulares de las empresas más poderosas acaban influyendo y determinando el signo de las políticas ejerciendo su influencia mediante lobbys y obteniendo favores a cambio (por ejemplo, amnistías fiscales).
El derecho internacional está en lucha consigo mismo. Tras la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos han creado y publicitado el discurso de los derechos humanos, pero han permitido simultáneamente que se violen de manera rutinaria. De forma previsible, las actuals reglas de la economía mundial involucran una violación masiva de derechos humanos. Los agentes que contribuyen de forma activa al diseño o la imposición de reglas que previsiblemente violan derechos humanos necesariamente violan esos derechos a no ser que hagan esfuerzos suficientes de reforma o protección. Los gobiernos de las naciones más ponderosas que, de forma conjunta, diseñas e imponen las reglas presentes de la economía mundial, están participando en una violación masiva de derechos humanos. Además, su responsabilidad, en las sociedades democráticas, reposa en nosotros.
Pogge concluye que los deberes negativos exigen acción compensatoria. Cuando se está dañando a alguien, poco importa si son compatriotas o no. Los deberes negativos con respecto a los extranjeros son tan importantes como los deberes negativos con respecto a los compatriotas. Lo que debe hacerse para cumplir con esas obligaciones negativas es trabajar conjuntamente para conseguir un cambio político; para conseguir que las necesidades y los intereses de los pobres del mundo sean tenidos en cuenta en el diseño de las reglas que gobiernan la economía internacional. Tales reglas deben dejar de ser hostiles con respecto a los pobres del mundo. La segunda cosa que hay que hacer es actuar con las organizaciones locales para proteger a los pobres. Esta forma de cooperación debe dejar de ser entendida como una forma de ayuda, y empezar a concebirse como una medida necesaria para dejar de dañar y comenzar a compensar por los daños infligidos.
Academics Stand Against Poverty (ASAP) es la primera organización que reúne las capacidades y los intereses de la comunidad académica internacional con el objetivo de luchar contra la pobreza global. Su misión y proyectos pueden ser consultados en la página web http://academicsstand.org/.