Por Beatriz Ortiz Martínez

La realidad del sistema-mundo actual, las desigualdades a nivel internacional y la situación de pobreza extrema en la que vive una gran parte de la población mundial hace que surjan preguntas que nos enfrentan a grandes contradicciones. ¿Cómo puede existir un progreso tan grande en lo referente a normas y conductas morales al mismo tiempo que nos encontramos una situación moral que de fondo es enormemente catastrófica? Es decir, ¿cómo es posible que a pesar de las normas y los valores ilustrados de la civilización occidental y del enorme progreso económico y tecnológico sea posible que la mitad de la humanidad esté sumida en la pobreza extrema? Y, al mismo tiempo, ¿por qué nosotros, en tanto que ciudadanos de la parte “rica” del planeta, no consideramos que sea moralmente preocupante que un mundo dominado por nuestros valores proporcione unas posiciones de partida y unas oportunidades tan deficientes e inferiores a tantas personas?

Con respecto a esto Pogge señala varios planteamientos que nos hacen entender esta situación. Por un lado, parece obvio que todos estamos de acuerdo con las normas morales pensadas y diseñadas para proteger el sustento y la dignidad de los más vulnerables pero a la hora de cumplirlas siempre intentaremos arañar un poquito hacia nosotros de manera que las cargas que imponga su cumplimiento sean mínimas. Por otro lado, esto explica que los derroteros hacía los que se dirige la transformación de la realidad mundial no sean fruto de una conspiración sino de actividades ausentes de coordinación en las que no se ha tenido en cuenta a los más vulnerables. Esta situación hace que este proceso se dirija al peor de todos los mundos posibles ya que en él los poderosos pueden reconciliarse moralmente consigo mismos. Es decir, occidente puede seguir teniendo “la moral tranquila” porque “cumple” las normas al mismo tiempo que mantiene su situación privilegiada con respecto al resto del planeta.
La extensa pobreza extrema puede persistir porque no sentimos que su erradicación sea moralmente imperiosa y esto se debe a que nuestras nociones de justicia y ética están sustentadas en nuestros intereses y nuestra propia situación, en definitiva, en nuestra realidad alejada de la pobreza extrema.
Pero en el supuesto de que entrásemos en contacto con personas pertenecientes a otra realidad o circunstancias y nuestros valores se confronten con los suyos ¿seríamos capaces de asumir como una preocupación moral propia la persistencia de la pobreza extrema y el hecho de que nuestras conductas, las políticas llevadas a cabo por nuestros países y por las instituciones económicas globales no tienen en consideración e incluso empeoran la situación de pobreza a nivel mundial? Asumir esto implica reconocer nuestra responsabilidad en tanto que ciudadanos de países democráticos que participan en un orden global que causa pobreza y perjudica a los pobres. Asumir que causamos, permitimos, obviamos y consentimos que una gran parte de las personas que viven en este planeta viva en una situación de pobreza extrema puesto que como habitantes de países democráticos podríamos oponernos y no lo hacemos.
Para exponer un ejemplo concreto el autor hace referencia al Tratado de la OMC. Es cierto que gracias a este tratado han sobrevivido al hambre más personas de las que lo hubieran hecho con el régimen anterior, pero ¿pueden nuestros gobiernos utilizar esa “ganancia” para justificar los daños que han causado? Sobre todo teniendo en cuenta que podrían haber evitado la mayoría de los perjuicios confeccionando un Tratado de la OMC mejor, más justo.

 

Comentarios


Cuerpo Internacional de Policía

Domingo, 18 Enero 2009 17:17
Patricia Muñoz

Hablábamos en clase de si era lícito crear un Cuerpo Internacional de Policía, como propone Pogge. Desde mi punto de vista creo que no es factible, y puede que ni siquiera deseable. La idea, que quizás en abstracto y de una manera utópica puede parece hasta bonita (hay alguien ahí que vela por nuestra seguridad) en la vida real se transformaría en una volneración de los derechos independiente de cada país como Estado en sí mismo. No es posible, sobre todo en algunos casos dudosos, determinar cuándo ese cuerpo de policía pdoría intervenir. ¿Cuándo hay una dictadura y cuándo no? Esta pregunta, que en principio debería ser fácil de responder, se antoja imposible de determinar en la mayoría de los casos. Por eso, a pesar de que sea positivo que proponga esto como solución, creo que totalmente inviable.

De utopías está lleno el mundo...

Martes, 20 Enero 2009 14:46
ISABEL ROMERO ROJAS

Sin caer en la utopía, resulta muy difícil encontrar soluciones eficaces al problema, mejor dicho, al gran y devastador problema de la pobreza y el intento de un desarrollo humano universal. Apoyo la tesis de que los gobiernos tienen mucho que decir, mucho que ver y, en gran medida, está en sus manos que el mundo actual cambie. Sin embargo, los gobiernos se deben a los intereses de sus pueblos, de sus ciudadanos, de esa “masa tonta” que somos, que les votamos, que les exigimos y pedimos cuentas y que, en definitiva, confiamos en ellos para que velen por nuestros intereses y hagan prosperar nuestro bienestar.Por eso, opino que el cambio no se debe dar en los gobiernos, sino en esa “masa tonta”, porque ella es quien, al fin y al cabo, sigue la corriente de la mano invisible y de sus propios intereses. Si se educa a esa masa, si se le hace creer que la pobreza es un problema y que ellos pueden cambiarlo, si se les crea una conciencia social, humilde, justa; si se les hace partícipes del cambio, protagonistas indiscutibles de los hechos… Si eso ocurre nadie vendrá después a decir que está tomando esa serie de decisiones por el bien de su país, de su gente. Eso no sucederá porque existirá la universalidad, en la que todos somos parte de uno. Eso se consigue con la educación, cambiando el síndrome de pertenencia, abriendo mentalidades más allá de lo que nos rodea y tomando conciencia de que hoy en día lo que yo haga en mi vida diaria, como el simple hecho de comprar una chocolatina en una tienda determinada afectará de un modo u otro a alguien aunque esté a millones de kilómetros.Y los gobiernos tendrán la última palabra, pero responderán a esos intereses de sus ciudadanos, ahora ciudadanos del mundo. Es utopía, lo sé, pero creo que es el camino y, a veces, los sueños se cumplen.

Democracia

Martes, 20 Enero 2009 15:16
Beatriz Ortiz

Hay una idea de Pogge que quisiera destacar para la reflexión. Pogge plantea que el hecho de que los gobiernos que nos representan tomen decisiones en organismos internacionales con las que muchas veces no estamos de acuerdo (es decir, que puede que no sean la voluntad de la mayoría) connota una falta de democracia también en los países desarrollados. El bipartidismo (cada vez más confluente en el centro por ambas partes) reinante que existe en Occidente hace que la democracia se debilite en tanto que cada vez se tiende más al simplismo, a la concepción de un mundo bipolar (buenos/malos) en el que la diversidad y la riqueza de las ideas se pierde (al menos en la opinión pública generada por los medios de comunicación de masas). Esto hace que cada vez haya más cantidad de población sin posibilidad de representación política y eque xista una gran insatisfacción y malestar general.  Entonces, ¿en qué punto se encuentra la democracia en los países occidentales? ¿Hacía dónde se dirige?

Cuerpo Internacional de Policía y Gobierno Global

Miércoles, 21 Enero 2009 08:58
Félix Redondo Casado

Estoy de acuerdo con Patricia Muñoz en que este momento no es factible un Cuerpo Internacional de Policía. Sin embargo, eso no impide que vaya a ser necesario si queremos avanzar hacia un verdadero gobierno global/mundial. Esto no último no tiene porque ser una utopía, aunque su construcción esté todavía lejos. La Unión Europea es un ejemplo de cómo se puede llevar a buen término la delegación de los poderes nacionales hacia una entidad supranacional mayor. Si Irlanda no se hubiera opuesto a la Constitución Europea –razones no le faltan-, ahora tendríamos una Europa más cohesionada y fortalecida.El avance hacia un gobierno global es ciertamente difícil, pero es la respuesta que se espera ante una economía que ya opera de este modo. Algunos autores como Jesús Prieto de Pedro (Excepción y Diversidad Cultural, 2005) han explicado que para llegar a este gobierno global es necesario desarrollar escalones proporcionados a modo de “ecosistemas de diversidad”, que están llamados a hacer de puentes entre lo mundial, lo estatal, lo territorial y lo local, refiriéndose a espacios culturales como el iberoamericano, europeo, francófono, asiático, magrebí,... La propuesta de Pogge sobre el Cuerpo Internacional de Policía todavía tiene que esperar, pero su demanda vendría motivada a medida que se fortalezcan las institucionales "interglobales" y avancemos hacia un gobierno global/mundial.

Sobre la capacidad política de la ciudadanía

Martes, 27 Enero 2009 16:48
Félix Redondo Casado

Difícil pregunta la que planeta Beatriz Ortiz, a la que habría que responder que los ciudadanos tienen nula capacidad política, si pensamos en el comentario de Isabel Romero sobre la "masa tonta" o imagen amorfa y difusa de la ciudadanía.Quiero pensar, en cambio, que los cambios en la ciudadanía para mejorar sus capacidades son posibles, aunque lentos y limitados. El cambio de una sociedad debiera surgir de la “microestructura” (familias, redes de trabajo y de amigos, asociaciones, grupos sociales), para trasladarse posteriormente a la “macroestructura” (las instituciones, la política, el derecho, el gobierno, el Estado…). Pogge ha puesto el acento en que la macroestructura bloquea con frecuencia la capacidad de la microestructura. Y en ello tiene que ver la defensa de unos privilegios por determinados agentes que tienen cierto control sobre la macroestructura. Ante esta realidad, abogamos por la transparencia como exigencia ciudadana proyectada hacia la esfera pública. Lo que hoy día nos parece oculto al ciudadano por su administración, hay que empezar a señarlo e investigar las razones de su veto. Mecanismos transparentes entre la microestructura y la macroestructura favorecerán que los gobernantes tengan menos oportunidades para bloquear el cambio que exige la ciudadanía.

¡¡¡¡¡Acción!!!!!

Miércoles, 28 Enero 2009 14:27
ISABEL ROMERO ROJAS

Felix me parece muy muy muy acertada tu apreciación sobre la capacidad política de la ciudadanía y la diferencia entre macro y microestructuras, siendo la micro la base fundamental para que exista cualquier macro. En este sentido, me gustaría insistir en la importancia de crear conciencia, o una especie de espíritu "revolucionario" (por llamarlo de algún modo) que movilice a las masas, que haga pensar y exigir esa transparencia de la que habla Félix, porque si no se pide mucho me extraña que surja por sí sola. Los movimientos sociales tienen mucho que decir al respecto... y recordad la evolución histórica, los cambios conseguidos en los Derechos, la Igualdad, etc, todo conseguido gracias a la creencia de unos ideales y a la lucha de los mismos. Los tiempos han cambiado y las formas por supuesto que también, así que tendremos que aprovecharnos de esa capacidad política otorgada, de esa disponibilidad de los medios y de la tendencia de salir a la calle a decir lo que se piensa, que siempre ha funcionado. Después vendrá todo lo demás, lo macro y las estructuras internacionales que velen por ello.