Por Alba Villanueva
Una pregunta difícil de contestar pero que, paradójicamente, hace referencia a un problema que tiene fácil solución.
El cálculo de la pobreza en el mundo es arbitrario y depende de la fórmula aplicada. Si tomamos como referencia la metodología dominante, la que establece el Banco Mundial, nos encontramos con que en el año 2000 en el mundo había 6070 millones de personas y que, casi la mitad de la población, 2735 millones vivían en pobreza moderada, es decir, con menos de 2$ al día.
¿Acabar con la pobreza? Esta cuestión plantea una realidad que, para la mayoría de nosotros, resulta imposible en la práctica pero que, para el filosofo Thomas Pogge es tan real como que la pobreza, provoca 18 millones de muertes al año. En su obra Hacer justicia a la humanidad el autor hace gran hincapié en la dimensión global del problema, la extrapolación a nivel mundial de la justicia y propone, entre tanto, varias soluciones que defiende como viables. Suena ingenuo, lo sé, pero por qué no creer, por un momento, en que podría ser real y por qué no, también, preguntárselo a las futuras generaciones.
Para ello, hemos extraído algunas de las ideas que Pogge plantea en su libro y hemos confeccionado una encuesta de catorce preguntas. La muestra es muy limitada, por falta de recursos, consta de 45 estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid con edades comprendidas entre los 19 y 38 años. Evidentemente, no se trata de un estudio representativo pero sí revelador de las opiniones de estos jóvenes acerca de las cuestiones que el filósofo expone en su obra.
Según los resultados, la mayoría de los encuestados (38) son conscientes de que la pobreza es un asunto de doble dimensión, que se debe tanto a razones internas de los países en los que persiste como a factores internacionales. Aunque si nos fijamos en los que contestaron de forma discriminada son más los que enfocaron el problema hacia causas locales (4) que internacionales (3). Estos datos se corresponden con las respuestas obtenidas en la pregunta 2 donde tratamos de profundizar en el por qué de la pobreza. La corrupción de los países en vías de desarrollo es con diferencia (41) la razón más señalada y localiza el problema dentro de las causas internas. Seguida de los efectos de la colonización (30) como el factor internacional más importante. El tercer puesto, con resultados iguales, es tanto para las leyes comerciales internacionales (el sistema de patentes, medidas proteccionistas como los subsidios a los productores locales, créditos de exportación...) y los privilegios internacionales sobre recursos y préstamos que confieren a losgobiernos el poderde transferir legalmente los derechos de propiedad de tales recursos a entidades privadas, ambas con 23 votos. Les sigue muy de cerca la desigualdad global entre países ricos y pobres (21), las practicas de soborno de las corporaciones multinacionales a funcionarios extranjeros para conseguir contratos públicos de explotación (20) y la desigualdad local (19). En otras respuestas (2) cabe destacar aquella que apunta a la inactividad de la ciudadanía como causa principal. Es relevante, también, que no existe ninguna respuesta en blanco.
Para seguir indagando, pasamos del por qué a la pregunta de quién. Claramente los encuestados apuntan a los gobiernos, tanto de los países ricos (31) como de los países pobres (28), como los principales responsables. En tercer lugar, aparecen los ricos del mundo (19) y muy seguido el Banco Mundial (18). A continuación y con poca diferencia, los encuestados señalan a otras organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, las dos con 16. Más alejada, les sigue la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, con 9 respuestas. Es curioso el hecho de que los ciudadanos, tanto de los países ricos como pobres, ocupan los últimos puestos con tan solo 2 votos. Y los pobres del mundo apenas aparecen como responsables del asunto, tan solo 1 voto. Al igual que en la pregunta anterior, no existe ninguna respuesta en blanco.
El cuarto apartado recoge varias afirmaciones extraídas del libro en referencia al orden global institucional y su incidencia en la evolución de la pobreza. La mayoría (24) parece estar de acuerdo en que factores como el proteccionismo agrícola o la regulación de patentes influyen en su evolución; son 13 los que piensan que el orden global no crea la pobreza pero tampoco llega a aliviarla; 10 los que opinan que obstruyen las aspiraciones de los países pobres a tener autogobierno democrático, derechos civiles y una suficiencia económica mínima y 6 los que no tiene un impacto significativo. Solo 4 marcaron que el orden global trata de evitar la pobreza; 3 dejaron esta pregunta sin contestar y ninguno de ellos marcó la respuesta de que el orden global es óptimo o casi óptimo en términos de acabar con la pobreza.
La dimensión global de la pobreza es una cuestión que preocupa bastante a Pogge. Le preguntamos a los encuestados si creen que la globalización (en todas sus facetas) es beneficiosa para los pobres del mundo. Son 21 los que responden que no y 7 los que sí. Muchos de ellos (11), optan por otras respuestas y señalan a la globalización económica como la más dañina, “en la medida en que son los ricos los que deciden sin tener en cuenta los intereses de los pobres”. 6 no contestan.
A la pregunta de si creen que todos los países juegan bajo las mismas reglas en el Mercado Mundial la mayoría coincide con Pogge en un rotundo NO (44). “No, hay aranceles, dumping…”; “Las reglas del Mercado las marca el dinero, si no tienes dinero no puedes apostar”; “El PIB de cada país no es igual”…; son algunas de las opiniones.
Según Thomas Pogge los países ricos tienen, por tanto, el deber moral de reducir la pobreza generada a través de un proceso histórico injusto como fue la colonización, la esclavitud o el genocidio, en otras palabras, la responsabilidad de restablecer la justicia. Los estudiantes (37) parecen estar, otra vez, de acuerdo con Pogge. Otros (4) opinan que, “con que no pusieran trabas al desarrollo de los otros países facilitarían bastante las cosas” o “que está en su manos el poder ayudarles ya que el día de mañana ellos pueden volverse pobres”. 4 opinan que no.
Pogge es férreo defensor de unos derechos inalienables relativos a necesidades básicas para la supervivencia humana como son la alimentación, el vestido, la vivienda, la educación y la atención sanitaria, derechos que ni los gobiernos pueden ceder ni los ciudadanos pueden renunciar a ellos. 42 de los encuestados opinan que “sí, por supuesto, todos los seres humanos deben tener acceso a estos derechos básicos”. 2 opinan que no, en el caso de los grupos terroristas y asesinos; y otro (1) opina que si pero con control y limitación.A la pregunta de si son los gobiernos los que deben garantizar el acceso a estos derechos, son menos los que opinan que sí (32), son más los que no (5) y los que dan otras (8) respuestas.
Llegamos a la parte clave de la encuesta, las alternativas y soluciones. La mayoría (36) están convencidos de que sí existen planes alternativos que podrían reducir la pobreza pero consideran que, “estos son minoritarios y no tienen éxito” o “que no compensa aplicarlos”. Otros proponen ideas como “una legislación más dura para aquellos que distribuyen las riquezas”, “la inversión en cooperación internacional” o “energías renovables”… Otras respuestas (4) coinciden en que si no existiera el dinero habría alternativas. Y 2 opinan que no.
Sin embargo, son muchos menos los que opinan que sí se podría acabar con la pobreza (18) frente a una mayoría no muy amplia que piensa que eso es imposible (20).
Si les preguntamos si estarían dispuestos a renunciar a ciertas comodidades para que se haga una mejor distribución de las riquezas, es sorprendente, como una mayoría de 28 responde que sí. Otros (8) se muestran escépticos: “Siempre que estuviera claro que ese es el autentico fin”; “Sí, si tuviera la certeza de que va a servir para algo”… 7 dicen que no, “la cuestión no es quitar al que tiene, sino dar al que no"; “Yo sin mi móvil, música, chucherías, alcohol y mi PC no sería persona”.
Si tratamos de materializar estas intenciones en propuestas viables para reducir la pobreza, solo una pequeña mayoría (18) apuesta por el Dividendo de explotación de recursos que Pogge propone en su libro. Esta propuesta se basa en el cobro de una tasa a quienes realizan una explotación extensiva de los recursos naturales del planeta que compense a aquellos que involuntariamente emplean muy pocos. Ej: 2 $ por barril de petróleo cuyo coste sería trasladado a los usuarios finales del producto. Pero con solo tres votos menos, son 15 los que no consideran viables ninguna de las alternativas. 8 apoyan la idea de Philippe Van Parijs que defiende una renta básica mínima de ciudadanía asignada de forma incondicional e igualitaria a todos y 6 el modelo sociedad-accionista de Bruce Akerman y Anne Asslott (1999), que se basa en el reparto de los beneficios entre todos los ciudadanos y que se cobraría a partir delos 21 años de edad y sería financiado con un 2 % anual del 40% más rico.
Es interesante comprobar que la mayoria de estos jóvenes son conscientes del problema que Thomas Pogge plantea en su obra y quien sabe, quizá sean ellos los que en un futuro den un cambio a esta realidad.
Comentarios
¿Cuánta pobreza hay en el mundo?
Bravo, Alba, por la interesante reflexión, y la exposición de las ideas de Pogge, aplicadas a tu sondeo. Ese proyecto merece ser financiado y llevado a cabo a gran escala.