Artículo sobre el proteccionismo agrícola.

Publicado también en http://www.debatecallejero.com

Quiero unirme a las calurosas felicitaciones a Debate Callejero por el ascenso de uno de sus articulistas a Ministro de Comercio. Quiero decir, que me uno a las felicitaciones a uno de los articulistas de Debate Callejero por su ascenso a Ministro de Comercio. Y, como otros amigos de DC, quiero aprovechar mi minuto de gloria por ser co-bloguero de un ministro para preguntarle por lo mío.

Reconozco que he importado la idea original de un granjero inglés. Pero reivindico desde luego la patente de su aplicación y explotación en España. El 16 de mayo de 2007, el Sr. Nigel Johnson-Hill, de Milland, Liphook, Hampshire, dirigió una carta insólita y genial al Sr. David Miliband, Secretario de Estado del Departamento británico de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales. En esta carta el Sr. Johnson-Hill comentaba que un amigo suyo había recibido un cheque de 3.000 libras esterlinas de la Agencia de Pagos Rurales por no criar cerdos y declaraba su intención de sumarse al lucrativo negocio de “no criar cerdos”. A continuación el Sr. Johnson-Hill hacía al Secretario de Estado una serie de consultas técnicas.

El Sr. Johnson-Hill solicitaba, por ejemplo, el asesoramiento del Secretario de Estado sobre el mejor tipo de granja para no criar cerdos y la mejor raza de cerdos para no criar. El Sr. Johnson-Hill declaraba sus preferencias sobre el tipo de cerdos para no criar, pero manifestaba sobre todo su firme propósito de cumplir con todos los requisitos y recomendaciones de la Agencia. El Sr. Johnson-Hill manifestaba también su preocupación por disponer de un sistema plenamente moderno de contabilizar los cerdos no criados y preguntaba por los cursos de formación de la Agencia sobre el particular. Como es natural, el Sr. Johnson-Hill se hacía eco de la satisfacción de su amigo con el negocio de “no criar cerdos”, mucho más lucrativo que el anterior de criarlos al que se había dedicado durante cuarenta años. Y solicitaba confirmación de algunos detalles: si no criar 50 cerdos reporta 3.000 libras, parece claro que no criar 100 reportará 6.000, e incluso no criar 4.000 cerdos unas 240.000 libras. Finalmente, el Sr. Johnson-Hill preguntaba por los pagos de la Agencia por las toneladas de cereales que sus cerdos no consumen y por las toneladas de metano que no expulsan a la atmósfera. Y también se interesaba por otros negocios semejantes, como el de no ordeñar vacas, y por las subvenciones por emprenderlos de forma electrónica.

Desde luego, si yo fuera co-bloguero de la Sra. Elena Espinosa, mi negocio sería exactamente igual al del Sr. Nigel Johnson-Hill, pero como soy co-bloguero del Ministro de Comercio mi negocio es una versión comercial del negocio agrícola de Mr Johnson-Hill. Mi negocio es el de no exportar productos agrícolas y mis consultas técnicas a la Administración se refieren a tres aspectos fundamentales de este negocio: los aranceles, los subsidios y las ayudas a la exportación.   

1. Aranceles. El principio es: “Cuanto más pobre, más pagas”. Los aranceles que los países ricos se pagan unos a otros son de media cuatro veces inferiores a los que imponen a los países pobres (PNUD, 2005). Es decir, la progresividad del IRPF boca abajo. Vamos, como mi admirado Voltaire convertido en vulgar Teuora, pero de verdad: no de izquierda a derecha, sino de arriba abajo. De ahí que el principio de la progresividad invertida se denomine técnicamente principio de Arouet-Teuora. ¡Ya quisieran los pobres el tipo único de Miguel Sebastián para los aranceles del comercio internacional!

En el caso de mi negocio de no exportar productos agrícolas, esto se traduce evidentemente en que el chocolate que no exportaré a los productores de cacao me producirá un beneficio cuatro veces mayor que el que no exportaré a los fabricantes de exquisito chocolate. ¿Por qué el chocolate rico rico viene de Suiza, Alemania y otros lugares cercanos? ¿Porque el cacao crece en los Alpes o en la Selva Negra? No, señora, porque el arancel con que importamos la pasta de cacao oscila entre el 0 y el 9% y el que imponemos al chocolate elaborado es del 30%. Los países tontos cultivan el cacao y los países listos lo manufacturan.

2. Subsidios. El principio es: “Cuanto más rico, más te pagan”. Ya se sabe que casi la mitad del presupuesto de la UE se destina a la PAC. Pero lo peor es que la distribución de los subsidios agrícolas en los países ricos es más desigual que la distribución de ingresos en los países más desiguales, como Brasil (Oxfam, 2004). Vamos, que lo dice el índice Gini. En Europa el 75% de los recursos van a parar al 10% de los receptores más ricos. En EEUU sólo el 40% de los agricultores son subsidiados y el 5% más rico recibe la mitad del dinero total. En España, si las ayudas desligadas de la producción que perciben propietarios modestos como la duquesa del Alba fueran conocidas, dejarían plenamente descolocados a los magnates del ladrillo, que lamentarían amargamente haberse equivocado de actividad, o de inactividad.

En el caso de mi negocio de no explotación agrícola, espero ganancias millonarias, principalmente en la línea de negocio de la no producción de azúcar. ¿Saben por qué en los bares españoles hay saleros pero no hay azucareros? ¿Por qué viene el azúcar en sobrecitos individuales para que tiremos al suelo la mitad? Porque así se consume mucho más azúcar. Vamos, porque la Unión Europea pagaba hasta hace muy poco a sus productores cuatro veces el precio del mercado mundial e impone a algunos países un precio de entrada superior al precio europeo garantizado. ¿Que esto está cambiando? Ya veremos, de momento para que los cambios no sean tan traumáticos la siguiente novedad está programada para 2050.  

3. Ayudas a la exportación. El principio, muy evangélico, es: “A quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mt 13:12). Los subsidios y ayudas a la exportación al algodón en EEUU, por ejemplo, equivalen a su valor de mercado y superan la ayuda de ese país al África sub-sahariana (Banco Mundial, 2006). Naturalmente, con estos pagos se generan unos grandes excedentes para la exportación que hacen bajar sensiblemente el precio del algodón en los mercados mundiales. Hay cálculos que permiten traducir estas distorsiones algodoneras en un descenso de muchos puntos porcentuales del PIB de algunos países africanos. Y claro, lo que para nosotros no es más que una diferencia de puntos porcentuales, para mucha, mucha gente es la diferencia entre la vida y la muerte.

También aquí es palmaria la multiplicación de mis beneficios. Cuando me paguen miles de euros por tonelada no exportada, dejaré de exportar otras cien mil. Y cuando me paguen mil veces mil por no exportar algodón, ampliaré el negocio y no exportaré arroz, no exportaré azúcar y así sucesivamente.

¿Ayuda a la cooperación? ¿Objetivo del 0.7%? Todo eso está muy bien, pero viene después. El primer principio no es ayudar, sino no hacer daño. “Neminem laedere”, decían los romanos. “Primum non nocere”, dicen los médicos. Al menos si no queremos decir una cosa y hacer otra. Igualdad de aranceles, reducción de subsidios y eliminación de las ayudas a la exportación. Y luego ya veremos.

Ministro de Comercio, compañero, no nos falles. Quiero decir, no les falles. No les falles a los africanos y a los americanos que no votan en España y nos quieren vender chocolate, azúcar y algodón. No quieren venir en cayucos, sino vender. No quieren venir ordenadamente, sino vender. Ah, y no te olvides de lo mío: un prometedor y lucrativo negocio de no explotación y no exportación de productos agrícolas, del que espero obtener pingües beneficios.