Por Jesús Javier Alemán Alonso
Este post está relacionado con la falta de referentes éticos en las práticas bancarias tradicionales y la capacidad de organización que tenemos las personas para desarrollar nuestros derechos cívicos, no solo los políticos sino, también, los económicos.
Delimitar y aplicar la Responsabilidad Social Corporativa se ha convertido para la mayoría de las empresas en creación de valor, confianza inversora y excelencia empresarial. Hace más de una década que las grandes corporaciones españolas, tomaron conciencia de lo importante que era para su cuenta de resultados dar una imagen comprometida con la sociedad y con el medio ambiente en sus operaciones comerciales. Ahora, todas se esfuerzan por hacer Memorias de RSC donde reflejan la información financiera, la de sus Consejos de Administración y Juntas de Accionistas e, incluso, sobre los llamados 'grupos de interés'. Una empresa responsable ofrecerá esa información de forma veraz en lo que se conoce como Memorias de Sostenibilidad.
Pero, ¿qué es la RSC? Según el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa: «es la forma de conducir los negocios caracterizada por tener en cuenta los impactos que sus actividades generan sobre la sociedad y el medioambiente; es el cumplimiento de la legislación nacional e internacional en estos ámbitos; así como cualquier otra acción voluntaria que la empresa quiera emprender para mejorar la calidad de vida de sus empleados, las comunidades en las que opera y de la sociedad en su conjunto». Esta declaración de intenciones se complementa con unos principios básicos de carácter general, como la transparencia, verificabilidad, visión amplia, mejora continua y naturaleza social de la organización.
Sin embargo, por diversos motivos relacionados, por una parte, con la falta de control y de transparencia empresarial y, por otra, con la apuesta incondicional por una competitividad desmedida, estamos muy lejos de esa relación social y laboral tan idílica. La dificultad de compaginar rentabilidad económica y rentabilidad social hace que esta última pierda peso en la balanza comercial y se termine apoyando los beneficios contables en detrimento de los intereses sociales.
En realidad, la RSC es una estrategia de adaptación a las nuevas exigencias de los mercados, que ven con buenos ojos los compromisos sociales y medioambientales de las grandes empresas y, sin embargo, no les preocupa si esos presupuestos se cumplen, o no, realmente, ya que no solicitan ningúntipo de certificación, ni auditoría externa que avale estos compromisos. A pesar de la buena disposición que presentan algunas empresas en la adopción de prácticas de RSC, el hecho de que sean disposiciones de carácter voluntario, unilaterales, autorreguladas y no exigibles jurídicamente, hace muy difícil su puesta en práctica más allá de unas tímidas medidas puntuales en aspectos nunca sustanciales. Podemos preguntarnos si las Memorias de Sostenibilidad, ¿son una ética, o una estética empresarial?
En España las empresas que más han apostado por este tipo de Memorias son las del sector financiero. Una de ellas es la Caja de Ahorros de Navarra que, desde el año 2004, elabora una Memoria de Responsabilidad Social que podemos ver en su página web. En ella encontramos información relacionada con la contabilidad interna, reglas de conducta para los empleados, flexibilidad de horarios, integración de personas con discapacidad, conciliación laboral y familiar; así como un análisis pormenorizado de los consumos y reciclaje de materiales donde se pone de manifiesto el respeto de la entidad por el medio ambiente y su compromiso social. La única objeción es que lo hizo sin contar con su principal grupo de interés, sus trabajadores, ya que los sindicatos quedaron excluidos de cualquier tipo de explicación o de negociación en su aplicación.
Al mismo tiempo, desarrolló una elaborada estrategia comercial por la cual permitía a sus clientes implicarse en el destino económico de su propia Obra Social. Bajo el sugerente y atractivo eslogan de realizar una 'Banca Cívica', la CAN introduce el cambio más novedoso y original de los últimos años en el tradicional e impenetrable mundo bancario. En una lucha por ganar más clientes y ser más competitiva, Caja Navarra asumió el compromiso de decirle a cada cliente cuánto ganaba con sus operaciones bancarias, y potenció su Obra Social al permitirles participar en ella reconociéndoles una serie de derechos, como:
El derecho a elegir la Obra Social.
El derecho a saber cuánto gana la Caja con sus ahorros.
El derecho a la rendición de cuentas de las entidades beneficiadas de la Obra Social
El derecho a participar como voluntario.
El derecho a decidir qué financiar con sus ahorros.
Caja Navarra decidió hacer públicas sus cuentas para transmitir confianza y credibilidad. De momento, parece que ninguna otra entidad bancaria ha copiado la estrategia, aunque muchos bancos están dando pasos en este sentido, en el de informar a sus clientes y adaptarse a sus necesidades. La lentitud en el cambio se debe, básicamente, a que nadie está dispuesto a decir cuánto ganan los bancos con nuestros ahorros.
Desde el 14 de julio de 2010, en virtud de una ley que favorece las agrupaciones de entidades financieras, se ha unido a Caja Burgos, Caja Canarias y Cajasol en aras de una mayor fuerza competitiva en el mercado español. Sin embargo, eso no ha hecho que crezca la confianza de los clientes, ni la de los trabajadores (a la vista del próximo cierre de 156 oficinas y el despido de 1.480 personas ).
Pero, una cosa es destinar parte de los beneficios de una entidad bancaria para realizar Obra social, y otra, utilizar la banca como herramienta de transformación social. Esto es lo que hace la Banca ética: trata de rescatar el valor original de la intermediación financiera, y la pone al servicio de la justicia social. Apoyada en un contrato cívico personal propone un cambio de las estructuras económicas y se compromete con la sociedad ofreciendo a los ciudadanos la posibilidad de decir: no con mi dinero. No a los secretos bancarios, no a la especulación financiera, no a los paraísos fiscales, etc.
Cuando pensamos en una gestión financiera alternativa, que no persiga fines lucrativos sino que manifieste una decidida vocación social, entonces debemos considerar cuáles deben ser los principios éticos que impregnen a la entidad, no solo su actividad crediticia, sino también su actitud y compromiso. Estos son sus principios básicos:
Principio de Ética Aplicada: ya que la banca ética no debe centrarse únicamente en la recuperación de las cantidades prestadas, sino también realizar labores de apoyo social en la medida de sus posibilidades.
Principio de Ausencia de Lucro: porque los intereses aplicados servirán para cubrir las necesidades administrativas, y en ningún caso para imponer condiciones indignas a los prestatarios, ni para el enriquecimiento ilícito de ninguna persona o entidad participante.
Principio de Transparencia: donde los ahorradores tienen derecho a saber de qué modo se está utilizando su dinero, qué proyectos se están financiando con él y qué cantidades se gestionan.
Principio de Participación: no se trata solo de que los socios voten, sino de que puedan participar en la definición de las políticas básicas de la entidad.
Principio de Implicación: estas entidades definen su política de inversión siguiendo criterios positivos para poder transformar la sociedad, y utilizan los recursos económicos con un provecho social determinado como crear empleo, o la inserción sociolaboral de personas excluidas, etc.
Principio de No Exclusión al Crédito: Todas las personas somos iguales ante el crédito sin ningún tipo de discriminación. Este principio tiene una excepción implícita básica: las personas en situación de extrema pobreza no tienen necesidad de créditos sino de ver satisfechas sus necesidades. Por eso, debemos encontrar la solución por otros medios, como la redistribución de renta, o en programas de integración sociolaboral. No podemos permitir que las personas pobres sean, además, personas endeudadas. Nadie que no pueda devolver un crédito debe tenerlo. Ni siquiera un microcrédito.
Una de estas iniciativas alternativas al sistema bancario tradicional es el Proyecto Fiare nacido en el País Vasco en el año 2003 y que, desde el comienzo, se alió con la Banca Etica Popolare que ya llevaba unos años trabajando en Italia. La idea era construir una entidad financiera autónoma unida en una red de redes solidarias. Se ha puesto el interés en diseñar una economía alternativa, junto al comercio justo, al trabajo cooperativo, o a la inserción social de los más desfavorecidos.
Hoy, está implantado en España por muchas entidades comprometidas socialmente cuyo objetivo es superar la fase de agente en 2012, y poder constituirse como una cooperativa de crédito para comenzar a funcionar con todos los servicios básicos: cartillas de ahorro, domiciliaciones, tarjetas de pago, etc. Mientras tanto, ofrece productos de ahorro a plazo fijo, fondos de inversión y créditos para proyectos con un impacto social positivo.
En Fiare las personas, físicas o jurídicas, son dueñas del banco con igualdad en voto, indistintamente del capital que hayan aportado (una persona, un voto). A finales de marzo de 2011, contaba con la participación de 270 organizaciones y 1.800 personas, con un capital social de 2.320.000 euros. Recuerdo que el Banco de España exige 5 millones de euros para poder operar como un banco.
La Banca ética es una realidad que ha demostrado que las finanzas son perfectamente compatibles con la ética y con el beneficio social. La existencia de los bancos éticos debe recordarnos nuestro derecho, como usuarios de la banca tradicional, a exigir la aplicación de criterios éticos en las políticas financieras y de inversión realizadas con nuestro dinero.
JESÚS JAVIER ALEMÁN ALONSO
Instituto de Filosofía del CCHS-CSIC
Universidad Pública de Navarra
Comentarios
Si, pero...
Jesús, Es importante difundir estas alternativas, con sus luces y con sus sombras, al menos para que los consumidores/clientes/ciudadanos tengamos tanta información como sea posible, para intentar influir en el sistema económico con nuestras decisiones. Se puede añadir a Fiare, que es un cooperativa de crédito y, hasta donde yo sé, no tiene mucha dimensión para grandes ahorradores o grandes inversiones, el Triodos Bank, que es una entidad domiciliada en Holanda, que opera en España al estilo de ING, y que tiene los mismos principios de banca ética. La posibilidad está ahí, pero los datos son testarudos: los consumidores no damos un paso decidido de apoyo a estas iniciativas, con lo que la mayoría de empresas las usan con ambigüedad: adoptan esa retórica y ciertos programas parciales, que sirven sobre todo para las relaciones públicas y mejorar la imagen, mientras siguen en un 90% fieles a sus principios tradicionales, que sólo en el mejor de los casos son principios de la búsqueda legítima del máximo beneficio, con una buena administración y cumplimiento de la ley.