Un mundo mejor para Iñaki
Este es el enlace a la noticia: http://politica.elpais.com/politica/2013/04/05/actualidad/1365190072_723961.html
En otras versiones de la misma noticia aparece una "foto de familia" en la que la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, en lugar central, están rodeados por los presidentes de buen número de empresas del IBEX 35 (no menos de doce).
La reflexión que quiero hacer queda al margen de la ética o la estética de que una organización o asociación privada, Noos, “gestionara” o “facilitara” la presencia de una Infanta de España y su cónyuge en un acto de una asociación de empresas a cambio, supuestamente, de dinero.
Mi reflexión trata sobre el hecho mismo de que una campaña de difusión de los objetivos del milenio, de la ONU –pues de eso se trataba– fuese considerada una “acción de responsabilidad social”. Desde luego, puesto a comunicar algo, comunicar los objetivos del milenio es más “social” que comunicar los resultados de la última jornada de liga. Pero ¿realmente una campaña de comunicación a través de sus webs corporativas es lo mejor que pueden hacer las mayores multinacionales españolas a favor del avance de los objetivos del milenio? Y ¿Es ésta su gran prioridad como organizaciones responsables?
Este esquema de acciones pretendidamente mediáticas, centradas en la comunicación y la imagen, es causa de que la mayoría de la población vea con sospecha los discursos corporativos sobre “responsabilidad social”.
No creo que nadie recuerde la campaña a la que hace referencia la noticia. Esto prueba que la presencia de la Infanta, su consorte, y todos los presidentes de grandes multinacionales no suponen gran cosa, cuando el motivo de su reunión es la mera propaganda. Ese proyecto, un intento más de ciertas compañías de “posicionarse” como socialmente responsables, fue sobre todo una campaña de márketing. Y hasta los niños saben que los juguetes no son como salen en los anuncios. La desconfianza de la publicidad es parte de nuestra cultura post-capitalista; no es genética, pero sí “memética”: es una actitud que aprendemos desde niños. Cualquier impacto mediático percibido como publicidad, se envía a la papelera de nuestra memoria y no deja rastro.
Hagamos el siguiente experimento mental. Imaginemos –es sólo un ejemplo– que en 2007, no los presidentes de las empresas del IBEX, sino un portavoz de segunda fila de cada una de ellas hubieran aparecido en público para decir que, aceptando su responsabilidad con la sociedad, estaban dispuestas a igualar las condiciones de permisos de maternidad en España con las que existen en Suecia, una de la sociedades más avanzadas en este tema. Que además crearían un fondo común para ayudar a empresas medianas y pequeñas que quisieran hacer lo mismo, todo con cargo a sus cuentas de publicidad y márketing, y en forma de un compromiso permanente e indefinido que se incluiría en todos los convenios colectivos. Y supongamos, claro, que eso se hubiera cumplido y hoy fuese la norma. Posiblemente todavía recordaríamos esa reunión, esa imagen, como un hito en el avance de la responsabilidad de las empresas españolas.
Como este ejemplo podemos pensar en muchos más: cambios reales en la estructura de control, gobierno y distribución de beneficios de las empresas que supondrían cambios reales para la gente; contribuciones reales a la cohesión social y al a confianza.
Lo que estas empresas hicieron ejemplifica uno de los grandes errores sobre la RSE: creer que la responsabilidad se puede “subcontratar”. Esto es precisamente una de las mayores irresponsabilidades. Hasta una campaña centrada en objetivos loables puede convertirse en algo indecente si no es más que el producto de un servicio de consultoría más: una “solución” a la carta para un problema de imagen.