Hace algunos meses se publicó un post en esta sección en el que se defendía que la defensa de los grandes simios debería estar basada en una argumentación centrada en la capacidad de sufrir y disfrutar y no en los argumentos que apelan a la posesión de ciertas capacidades cognitivas o la cercanía genética: http://www.dilemata.net/index.php/Etica-mas-alla-de-la-especie/en-torno-al-proyecto-gran-simio.html

 Este texto, que ha sido reproducido en otros lugares, ha sido objeto de toda una serie de críticas. Se ha dicho que argumentos como los que apelan a la cercanía genética no son problemáticos de ningún modo, que son más convincentes, o aun que objetar a ellos es una muestra de meticulosidad excesiva o de falta de visión práctica. (Esto reproduce una actitud habitual siempre que se expresa alguna clase de objeción a alguna estrategia o táctica seguida en la defensa de los animales no humanos −o de algunos de estos−. Parece que hay una aversión generalizada al debate sobre estas cuestiones −lo cual, en mi opinión, es preocupante−).

 Ahora salta a medios de todo el mundo esta noticia:

 Los genomas de los humanos y los chimpancés son más diferentes de lo que se creía

 Ha sido recogida en muchísimos medios (probad a hacer una búsqueda en las noticias publicadas en internet). Podeis leerla por ejemplo aquí:

 http://www.europapress.es/catalunya/noticia-genomas-humanos-chimpances-son-mas-diferentes-creia-20090212104607.html

 Cabe preguntarse ante tal noticia: ¿cambia esta en algo el daño que se ocasiona a los grandes simios mediante las distintas agresiones a manos humanas de las que son víctimas? La respuesta es, claramente, que no. Y ¿cambian en algo los motivos que podemos tener para oponernos al uso como recursos de estos animales? De nuevo, claramente, la respuesta es que no. Pero esto sólo puede ser así si negamos que la cercanía genética tenga la menor relevancia moral.

 ¿Qué decir ante esto? Pues que aquí está la confirmación de que las ideas planteadas con anterioridad en esta sección no estaban tan descaminadas. Cualquiera se da cuenta de que, si sostenemos que la cercanía genética es un motivo para considerar a los grandes simios, este nuevo descubrimiento implica que tenemos un motivo menos para considerar a los grandes simios. ¿Cómo podemos negar esta absurda conclusión si efectivamente mantenemos que un motivo para considerar a los simios es la cercanía genética? Pues de ninguna manera.

 No hay más que dos alternativas ante esto. O aceptamos que efectivamente esta noticia implica que tenemos menos motivos para considerar a los grandes simios, o reconocemos que el argumento de la cercanía genética es totalmente improcedente.

 Lo problemático de esto es que efectivamente tal argumento ya ha sido defendido en muchas ocasiones. De manera que muchos y muchas, ante esta noticia, podrán inferir la conclusión arriba planteada: que después de todo no tenemos que respetar tanto a los grandes simios. Y quienes pagarán esto serán los propios animales. Y todo ello inútilmente, pues nunca ha habido ninguna necesidad de utilizar este tipo de argumentos que ahora vemos como improcedentes. Todo esto sin entrar ya a apuntar lo que ya se ha indicado múltiples veces con anterioridad: que estos argumentos excluyen a la mayoría de los animales no humanos.

 Ojalá esto sea un toque de aviso y nos invite a replantearnos la actual cerrazón al debate sobre las estrategias y tácticas puestas en práctica en defensa de los animales no humanos, o de algunos de estos. Si no es así, pues no será extraño si en el futuro nos volvemos a encontrar ante situaciones similares a esta.