Actualmente, uno de los debates en filosofía moral (más en concreto, en el plano de la psicología moral) se da entre el llamado externismo y el internismo de la motivación moral. Según el primero, una cosa es adoptar una posición moral y otra muy distinta actuar conforme a ella. En base a esta visión de las cosas, alguien puede, por ejemplo, sostener que debe donar un porcentaje considerable del dinero del que se disponga para luchar contra el sufrimiento, pero no hacerlo porque le falta la voluntad para ello.
El internismo, en cambio, mantiene que adoptar una posición moral implica tener una motivación determinante para hacerlo. Para el internismo, nuestra voluntad entra en la determinación de nuestras posiciones morales. Según esta teoría, si no actúo conforme a la posición moral que supuestamente he adoptado, es que realmente no he adoptado tal posición. Así, la posición que verdaderamente estaría adoptando la protagonista del ejemplo anterior no sería realmente que debería donar el dinero, pues actúa de manera contraria a esta. Si no actuamos conforme a nuestras posiciones morales sólo puede ser porque elementos externos a nuestra voluntad nos lo impiden.
Pues bien, es de interés ver cómo este debate nos lleva a enfocar las posiciones adoptadas conforme a la cuestión del especismo y la consideración moral de los animales no humanos. Con respecto a este problema se dan algunos posicionamientos prácticos que dan lugar a interpretaciones distintas en función de si somos internistas o externistas de la motivación. Esto es así debido a lo siguiente. Hay quien se opone al especismo, y, como consecuencia, rechaza la explotación de todos los animales sintientes, efectuando en su modo de vida una serie de cambios en consecuencia. Hay también quien defiende el especismo. Y, finalmente, hay quien en principio acepta rechazar las posiciones especistas, pero, por lo demás, no se plantea realizar ninguna clase de cambio en su vida conforme a la adopción de tal posición.
Si mantuviésemos un punto de vista externista de la motivación, diríamos que lo que sucede es que se asume una cierta posición moral consistente en que hemos de considerar seriamente a todos los animales sintientes, pero que la voluntad falla a la hora de actuar conforme a tal postura. Si, por el contrario, defendemos un punto de vista internista de la motivación, lo que diremos será, simplemente, que no se llega jamás a rechazar el especismo. Al no haber un cambio de conducta, no se puede decir que se asume verdaderamente que todos los animales sintientes han de ser moralmente considerados con seriedad.
Según el internismo de la motivación (con el que yo personalmente simpatizo) no es cierto que la voluntad nos falle. La voluntad nunca falla. Lo que sucede realmente cuando decimos que nos falla o que nos falta la voluntad, es que nuestra voluntad nos lleva a obrar de otro modo. No es que nos falte la motivación para hacer algo (por ejemplo, respetar a los animales no humanos), sino que, aunque tenemos tal motivación, simplemente es más fuerte la motivación que tenemos por obrar de modo distinto. Tal vez creamos suscribir una cierta posición, pero realmente es otra distinta la que adoptamos.
Comentarios
Internismo "general"
"Según esta teoría, si no actúo conforme a la posición moral que supuestamente he adoptado, es que realmente no he adoptado tal posición."Yo introduciría un pequeño matiz: "Si no actúo [generalmente] conforme a la posición moral que supuestamente he adoptado, es que realmente no he adoptado tal posición" Pensemos en el siguiente caso: Pedro es hedonista en un cierto sentido. En la medida de lo posible intenta maximizar su placer total NO para un momento concreto, sino para su vida tomada como un todo. Esto es algo que se puede observar en sus actos, en la manifestación explícita e incluso apasionada de sus intenciones. Lo que más placer puede producirle en su vida es ganar la final de boxeo de los pesos pesados. Después de una dura (y satisfactoria) serie de combates logra clasificarse para la final. No obstante, Pedro es también un goloso. Si le pones una tarta delante de las narices es posible que se la coma (y lo disfrute!). Unos días antes del gran combate, Pedro se encuentra con una tarta de aspecto delicioso en la cocina. Sabe que si se la come no dará el peso y no podrá pelear. Esto le produciría un enorme dolor durante el resto de sus días. Desgraciadamente, la tarta en cuestión le apetece muchísimo y se la acaba comiendo. Tenía una razón (moral) para no hacerlo, pero su motivación falló. Aunque fue su voluntad la que le llevo a obrar así ¿no podemos decir, en un cierto sentido –cotidiano– que de hecho le falló la voluntad? ¿No es en realidad en este sentido que empleamos la expresión “fallar la voluntad”? ¿No es cierto que, pese a todo, sigue siendo hedonista –en el sentido descrito? La cuestión del tiempo hace que debamos tener presentes la motivación GENERAL (no cada una de las motivaciones concretas en cada uno de los momentos concretos) y la posibilidad de que la motivación vaya en contra de las razones morales. No atender a esto último nos obligaría a, por ejemplo, decir que Pedro cambió momentáneamente de moral cuando se comió la tarta (pasó a una moral hedonista que intentaba maximizar en el acto y no a lo largo del tiempo) para luego volver a su vieja moral y arrepentirse. Por tanto, es posible sostener que se debe hacer algo (donar el dinero, evitar comer la tarta…), no hacerlo y permanecer en la moral (lo contrario eliminaría, por cierto, el sentido de “infracción moral”); es posible siempre y cuando GENERALMENTE se manifieste una intención de ser coherente con la moral en la que tal deber existe.
Hago el mal y lo apruebo pero hago el mal
Si no lo he entendido mal Oscar Horta señala que si no hay actuación conforme a nuestra pretendida voluntad es, o bien porque realmente no teníamos esa voluntad, o bien porque una motivación distinta, inconsciente o al menos no manifiesta ha emergido para mostrarnos realmente nuestra actitud moral ante los problemas. En el primer caso nos encontraríamos con un claro ejemplo de hipocresía, pero es el segundo el que nos lanza al epicentro de cualquier problema moral que se plantee. “Veo el bien y lo apruebo pero hago el mal”. En estas palabras de Medea se condensa la concepción que nuestra cultura tiene de esa titánica lucha que los seres humanos libran contra el más astuto de los enemigos: ellos mismos. El pensamiento grecolatino, las doctrinas apostólicas o la filosofía moderna han dejado constancia de esta confrontación entre el posicionamiento ético y sus frustraciones. Así, ya sea fundamentándose en el conocimiento de los valores universales, el seguimiento de las leyes divinas o mediante la razón autónoma legislativa, el individuo asume e interioriza una forma apropiada de conducta que sirve de marco de referencia para definir la bondad o maldad de sus acciones. ¿Pero qué ocurre cuando nuestra acción no se corresponde con el marco de referencia de nuestra elegida postura moral? Imaginemos que alguien tenga la convicción moral de que minimizar el sufrimiento en el mundo sería lo más deseable. Esto le lleva, junto a otras consideraciones (que podrían ser, por ejemplo, de un cálculo de dolor) a inferir una postura no especista. Si alguna de sus acciones u omisiones son incoherentes con este marco ético que defiende , ¿realmente es que no asumía esa posición? Pienso que el problema viene determinado por la diferencia que existe entre asumir racionalmente la conveniencia moral de algo, tener la voluntad de llevarlo a cabo y seguir alguna motivación en el momento en que se curse la acción. Podemos elegir ser no especistas, tener la voluntad de cambiar nuestros hábitos para ser coherentes con ello y en algún momento claudicar por alguna motivación que se ha impuesto en nuestra decisión. Pero si, como defienden los internistas, eso significa que realmente no optas por el especismo, ¿por qué entonces somos capaces de percibir nuestra acción como un atentado contra nuestros propios principios?, ¿por qué podemos experimentar la sensación de culpa, vergüenza o arrepentimiento? Creo que para comprender y juzgar la praxis moral hay que tener en cuenta estos elementos: la razón, mediante la que nos decantamos por una actitud ética, la voluntad, como libre autoimposición de llegar a una meta o seguir unos principios, y las motivaciones, múltiples estímulos de diferente índole que nos pueden ayudar al cumplimiento de esta meta o apartarnos de su camino haciendo que la voluntad realmente pueda fallar.
Cómo lo podría explicar el internismo
Gracias por vuestros comentarios. (Por algún motivo no puedo cambiar el nombre de usuario, pero oscarh es Oscar Horta, como podréis suponer, je je). Bueno, voy a comentar yo algo también intentando con ello dar cuenta de las cuestiones que introducís tanto Miguel como Ángel. No es casualidad que el externismo de la motivación haya sido fundamentalmente defendido por quienes asumen una teoría racionalista de los motivos para actuar, que, a su vez, es defendida en particular por quienes tienen posturas externistas no ya de la motivación, sino de nuestras razones para actuar. Esto es, por quienes creen que tenemos razones para actuar independientes de nuestras actitudes. Quienes asumen esta posición aluden al conflicto entre razón y volición como muestra de que para una cosa es una razón para actuar y otra cosa la acción consiguiente. Por mi parte, me sumo a los llamados, o probablemente mal llamados, humeanos de la motivación moral, que consideran que sólo tenemos razones para actuar si tenemos un determinado estado volitivo. (Por supuesto, esta posición no implica que yo quiera hacer todo lo que tengo motivos para hacer, pero sí que si tengo motivos para actuar de un cierto modo ɸ tiene que ser el caso, por medio de alguna cadena de fines y medios, que al hacer ɸ estoy haciendo posible −o, al menos, más posible− la satisfacción de uno de mis estados volitivos). Pues bien, conforme a este planteamiento, no habría realmente un dilema entre lo que deseamos y lo que pensamos que hemos de hacer. El dilema se daría entre la prioridad que damos a la satisfacción de una o de otra de nuestras preferencias. No puedo simplemente deducir que he de hacer ɸ. Lo deduzco porque ɸ lleva a que sonsiga un cierto fin que busco. Yo no diría que alguien que afirma que quiere dejar de fumar y finalmente continúa haciéndolo es hipócrita, ni que lo es quien piensa “el domingo voy a ir a trabajar de voluntario con esta ONG” y cuando llega el día se queda, por pereza, en casa. Yo lo que creo es simplemente que estos individuos tendrían un conflicto de preferencias. Pueden perfectamente tener el deseo sincero de dejar de fumar o de colaborar con la ONG; pero tienen también otros estados volitivos que terminan por resultar más motivadores. Ángel plantea la cuestión de la “infracción moral”, y propone que los internistas digan que "[s]i no actúo [generalmente] conforme a la posición moral que supuestamente he adoptado, es que realmente no he adoptado tal posición". Quizás podríamos decirlo de este modo. Con todo, yo creo la siguiente explicación podría funcionar. Supongamos que creo llegar a la conclusión de que he de obrar siempre del modo ɸ. Pero resulta que hago ɸ en toda una serie de casos c, pero no en otros c’. Yo diría, simplemente, que mi posición moral será que debo hacer ɸ en ciertos casos c y no hacer ɸ en ciertos casos c’. Puede que haya un patrón más o menos discernible para distinguir c de c’. (Por ejemplo, si ɸ es actuar de modo que no quitemos la vida de nadie, y los casos c’ son aquellos y sólo aquellos en los que la vida sólo conlleva sufrimiento). Pero puede que no exista ningún patrón discernible, que actuemos meramente movidos por cómo estemos de ánimo. Creo que en un caso así se puede describir la posición moral que adopto como sigue: que debo hacer ɸ a no ser que mi estado de ánimo me motiva a lo contrario. Esta explicación no gustará a los externistas, de hecho, ellos pondrán ejemplos así para combatir al internismo. Pero a mí (como internista tanto de la motivación como de las razones para actuar) me parece perfectamente apropiada, je je. Queda el problema de la consideración de que he hecho algo incorrecto, o inadecuado a lo que se supone que creo que he de hacer (el problema de la “infracción moral”). Este surge, en mi opinión, por el hecho de que tenemos disposiciones para actuar contradictorias. Y en ciertos casos unas se hacen valer sobre otras. Pero no sólo sucede esto: ocurre también que no todas las disposiciones para actuar motivan del mismo modo: unas tienen una forma peculiar de seducirnos, y por ello consideramos que son más “nobles” o “morales” incluso aunque no sean las que nos motivan más. Sería un modo peculiar de motivación, sin duda condicionado por nuestra educación moral. Y precisamente de ahí viene lo de "veo el bien y lo apruebo pero hago el mal". Quien esto dice tiene motivaciones contrarias, y una es de un tipo diferente (probablemente porque ha sido mediada y condicionada por la moralidad vigente). Con todo, en este caso la motivación que vence no es la que tiene el apoyo de la moralidad vigente.
Sobre ética y medio ambiente
A la pregunta de Armando Menéndez en “Ética y ética medio ambiental”, sobre si los nuevos problemas medio ambientales obligan a replantearse la ética, pienso que se puede responder afirmativamente. El que el ecologismo esté tan de moda hoy en día se debe, entre otras razones, a la labor investigadora y divulgadora realizada por el IPCC, compuesta por políticos y científicos. Su compleja estructura le permite realizar informes sobre el cambio climático consensuados por miles de investigadores.Una de las conclusiones a las que han llegado es que la contaminación de hoy en día afectará al planeta, sobre todo, en el futuro. Aunque hoy en día la degradación del medio ambiente sea escasa, va a ir subiendo de forma exponencial. Por eso, las generaciones que más afectadas se van a ver por el cambio climático van a ser las que todavía no han nacido. Así, sus derechos humanos se verán mermados, en tanto en cuanto no podrán vivir en un entorno medio ambiental higiénico, o sea que no sea perjudicial para su salud corporal ni psicológica.Esto nos lleva a tener que replantearnos la ética para amoldarla a los problemas del Siglo XXI. Debemos introducir la categoría temporal en la concepción de los derechos humanos: debemos respetar los derechos no solo de los humanos que hoy en día habitamos la tierra, también los derechos de los que la habitarán en el futuro.
Dar razón de los estados volitivos.
En primer lugar quería darte las gracias por haber tenido la amabilidad de hacerte cargo de nuestras intervenciones. Hasta que la psicología no pueda ofrecernos algo más de luz sobre los mecanismos y factores que subyacen en la deliberación, elección y concreción de la acción, internistas y externistas parecemos estar condenados a percibirnos como sujetos morales singularmente distintos. Para unos los otros creerán estar dotados de una fantasmagórica razón raciocinante con pretensiones imperialistas, para otros los unos serán siempre sospechosos de consagrarse al dios que , en el momento de ejecutar la acción, detente más poder en su personal olimpo volitivo. Particularmente no niego que en muchos casos la razón de llevar a cabo nuestras acciones provenga de un estado volitivo. Pero esto no impide que puedan existir ciertos estados volitivos que estén determinados por un tipo especial de reflexión previa que se pregunta si estamos actuando de la forma correcta. Pensemos en la persona que quiere ir el domingo a trabajar en una ONG y finalmente se queda en casa. Es cierto, sin duda tiene dos estados volitivos contradictorios. ¿Pero los dos estados poseen el mismo rango? Podríamos imaginar que este sujeto ha elegido ir a esa ONG porque forma parte de una cultura que considera que luchar por la conservación de especies protegidas es un acto noble y moral. Aunque por otra parte nada nos impide pensar que esta decisión ha sido fruto de un análisis en el que ha tenido que utilizar una serie de recursos como son: información sobre la problemática de esas especies, búsqueda de argumentos que puedan ayudar a decidir sobre la conveniencia o no de ayudar a la conservación, cálculo de las consecuencias que podrían desencadenarse (tanto para él como para las especies) en caso de que dedicara una parte de su tiempo a intervenir en el asunto o se quedara durmiendo. De acuerdo, la actitud cuenta, de hecho es posible que esta persona no hubiera podido siquiera plantearse estas cosas si no hubieran mediado los parámetros valorativos impresos en él por su cultura y educación. Quizá su estado volitivo consistía en querer argumentar y dar razón de sus actuaciones. Quizá en esa reflexión las actitudes personales intenten colonizar el ámbito argumentativo. Pero quizá el empleo de la racionalidad ha dado origen a un nuevo estado volitivo. Y es precisamente cuando esto sucede cuando parece que no podemos otorgar el mismo rango para todas las acciones. A la primera de ellas el sujeto le dio el visto bueno. Es un estado volitivo (que puede coincidir con una actitud o no) y a la vez una acción aceptada racionalmente (no nos ha seducido, sino que la hemos elegido por considerarla moralmente más racional y no por nuestra preferencia actitudinal). Quedarse en la cama es otro estado volitivo, pero no aceptado según los argumentos racionales que había empleado con anterioridad. Soy consciente de las insalvables diferencias de base que separan a internistas de externistas. Supongo que para ellos la colonización por parte de las actitudes en las supuestas decisiones racionales es inevitable. Supongo que es por esto por lo que resulta tan difícil ponerse de acuerdo.