Mucha gente, cada vez más, oye hablar de la defensa de los animales. La mayoría no establece diferenciaciones más allá de esta etiqueta. No obstante, existen a día de hoy al menos dos movimientos distintos en lo que respecta a la consideración moral de los animales no humanos.
Uno de ellos, surgido a inicios de los 70, es el que se opone al especismo, la discriminación de los animales no humanos. A día de hoy, el uso de seres humanos como recursos es objeto de amplio rechazo, de modo que quienes defienden este movimiento buscan el fin del uso de los animales no humanos.
Existe, asimismo, un movimiento diferente que acepta que los animales sean utilizados por los seres humanos pero busca que tal utilización sea llevada a cabo con el menor daño posible. Este movimiento es más antiguo, y sus planteamientos son aceptados por mucha más gente, debido a que, en contraste con el especismo, no cuestiona en profundidad nuestras actitudes y conducta hacia los animales no humanos. A lo largo de la historia este movimiento ha recibido distintos nombres. Por ejemplo, tres denominaciones que a lo largo del siglo XIX y principios del XX alcanzaron un cierto eco a la hora de denominarlo fueron, entre otras, las de movimiento para “la prevención de la crueldad con los animales”, “humanitarista” o “por el cuidado de los animales”. A partir de la segunda mitad del siglo XX, el término que más se ha usado ha sido el de “movimiento por el bienestar animal” o “bienestarismo” (no confundir con lo que se llama bienestarismo en filosofía, la idea de que los intereses de los individuos vienen determinados por su felicidad o bienestar).
La asunción de una posición antiespecista supone el rechazo del trato diferencial desfavorable para los animales no humanos. Se puede entender así que esta posición supone el rechazo de los planteamientos del llamado “bienestarismo”, por la aprobación de tal trato desfavorable que supone su aceptación del uso de los animales.
A veces no se entiende de forma muy clara lo que defiende cada uno de estos dos movimientos. En esta entrada voy a intentar clarificar un poco que es lo que mantiene el segundo de ellos, el denominado “bienestarismo”.
Se asume a menudo que el llamado movimiento por el “bienestar animal” busca reducir el sufrimiento que padecen los animales al ser empleados como recursos. Esto es bastante inexacto. Lo que este movimiento busca, tal y como se ha indicado arriba, es reducir todo lo posible los daños que se infligen a los animales al ser explotados.
Una de las formas en las que se puede dañar a alguien es ocasionándole sufrimiento. Con todo, no es la única. Un daño es intrínseco cuando consiste en algo negativo en sí mismo, y extrínseco cuando, sin ser negativo en sí mismo, es o bien (i) la causa de un daño intrínseco, o bien (ii) algo que impide que quien lo sufra reciba un beneficio intrínseco (esto es, un beneficio que es positivo en sí mismo). Por este motivo, se puede dañar a un animal aunque no se le cause ningún sufrimiento. Esto sucedería, por ejemplo, si se le mata (pues se le quita todo lo que de bueno le podría traer la vida en el futuro). E igualmente si se le mutila (pues se le priva de los bienes que el uso de su integridad física ). Y, en general, ocurre en cualquier otro caso en el que se le impida de alguna otra forma que ese animal pueda disfrutar de algo positivo.
De este modo, hay distintos tipos de campañas bienestaristas que no tienen como objeto la reducción del sufrimiento.
Supongamos, por ejemplo, una campaña que acepte que se use a los toros en espectáculos taurinos (lo que les causa un enorme estrés y sufrimiento psicológico) pero que busque prohibir que se mate a estos (incluyendo que les causen heridas mortales). Esa campaña no iría dirigida a reducir el sufrimiento de los animales (aunque podría tener como uno de sus efectos colaterales una reducción de este). Tendría como objeto, sin embargo, evitar que se mate a estos. Esta campaña sería una campaña bienestarista. (Por cierto, para aclarar confusiones, esto no es lo que ocurre en las corridas portuguesas, donde aunque no se mate en la plaza a los animales se les ocasionan heridas mortales con la pica durante la corrida, siendo rematados en privado una vez termina el espectáculo).
Hay muchas otras campañas bienestaristas que tienen como objeto proveer de juguetes, heno u otros objetos a los animales mantenidos en reclusión. (Esto se ha realizado, por ejemplo, en algunas granjas de cerdos, si bien en la inmensa mayoría de ellas, y en concreto en las de países de habla hispana lo que sucede es algo totalmente diferente. Invito a quienes estén leyendo esto a que lo comprueben por sí mismos o mismas entrando en alguna de estas granjas). Pues bien, la presencia de estos objetos puede reducir el sufrimiento de estos animales por aburrimiento. Pero esto sería algo que se conseguiría de forma indirecta: lo que primariamente harían estas campañas es proveer a los animales de una fuente de entretenimiento, de disfrute.
De esta manera, lo que define al llamado bienestarismo es que intenta minimizar aquellos daños que no resultan esenciales para que su explotación tenga lugar.
Lo que sucede en muchos casos (de hecho, en la mayoría de ellos), es que los daños sin los cuales el uso de animales no puede tener lugar son considerablemente mayores que los daños que los que conseguirían las campañas de inspiración bienestarista. Por ejemplo, para comer animales es necesario matarlos. La muerte, como he comentado arriba, es un daño muy notable. Así, aunque se reduzca en gran medida el sufrimiento que se causa a los animales matados para su consumo, estos seguirán siendo dañados de forma muy significativamente. E, inversamente, un animal utilizado en un espectáculo sufrirá el estrés que esto le ocasiona aun cuando no se le cause la muerte.
Esto muestra de modo manifiesto que aquello que constituye el bienestar de los animales no humanos no se salvaguarda mediante la introducción de medidas como las bienestaristas. Es imposible garantizar el bienestar de los animales mientras los daños intrínsecos al uso de los animales continuen estando presentes. Dado esto, el nombre “bienestarismo” parece francamente inadecuado. Aún no se ha propuesto ninguna otra denominación alternativa plenamente satisfactoria, aunque es de esperar que en el futuro surjan nuevas propuestas para nombrarlo.
Comentarios
Bienestarismo como medio o como fin
Creo que es señalable que ciertas acciones o peticiones de algunos colectivos son a menudo interpretadas como bienetaristas cuando en realidad se llevan a cabo con la intención de ser un paso intermedio hacia la total desaparición del uso (más bien abuso) de los animales no humanos (no sé si es el caso de las medidas en ganadería que se mencionan en este artículo). En este caso habría entonces que redireccionarse a un debate estratégico sobre si estas medidas intermedias son efectivas (creando poco a poco en la sociedad una consideración hacia otros animales) o, por el contrario, contraproducentes (creando en la sociedad una sensación de que estas medidas intermedias legitiman la continuación del uso y abuso de animales no humanos).
Regulacionismo y bienestarismo como estrategia(s)
Estoy de acuerdo Goizane. Habría que distinguir el regulacionismo, que es la estrategia consistente en buscar la regulación del uso de los animales no humanos, del bienestarismo, que es una posición moral. El regulacionismo puede ser utilizado para conseguir fines bienestaristas o para buscar el fin del uso de los animales no humanos. Por otra parte, también se puede pensar que la difusión de un punto de vista bienestarista puede ayudar a dar el paso a un punto de vista antiespecista. (Yo defiendo que tal(es) estrategia(s) no son adecuadas, fundamentalmente por el enorme gasto de recursos que suponen las campañas regulacionistas, que tendrían una utilidad mucho mayor de ser empleadas para difundir el cuestionamiento del especismo. Por otra parte, la difusión de planteamientos bienestaristas tiene el problema de que hay a quienes estos les llevan a reafirmarse en la idea de que el uso de animales es legítimo. Esto no sucede en todos los casos, y de hecho en ocasiones ocurre a la inversa. Pero sí que es algo que pasa a menudo, y que sería mejor evitar).
Comentario de Susana Carapia
Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta cualquier movimiento pro-animal, yasea liberacionista o bienestarista, es la actitud con la que nos relacionamos con la realidadno-humana: el antropocentrismo. Dejando de lado el recorrido histórico necesario parahacer una exégesis del mismo, he de aventurarme a dar una definición parcial, basándomeen el filósofo francés Jean-Marie Schaeffer: el antropocentrismo es la afirmación de laexcepcionalidad humana como la afirmación de la trascendencia de éste respecto de lasotras formas de vida a partir de su carácter puramente “espiritual”, cultural o cognitivo.¿Qué significa en términos éticos ser antropocentrista? Este tipo de antropocentrismo,cuyas bases filosóficas encontramos muy claramente en Descartes, es la base de una formade conducta determinada respecto de lo viviente no-humano: la propiedad. Vemos a larealidad viviente no humana como el recurso, lo ajeno a nuestra competencia moral. Laforma occidental de ver el mundo parte de la relación capitalista de consumo de recursosque creemos nos pertenecen y nos comportamos conforme a esa falsa creencia. Así, sehizo de un problema epistemológico un problema ontológico y ético. Es necesario darpaso a una nueva manera no-antropocéntrica de conducirnos con la realidad viviente no-humana, con la cual, Darwin ya nos enseñó, estamos constitutivamente relacionados; paraasí fundamentar un movimiento bienestarista o liberacionista de mayor profundidad.