Si bien la ética pública tiene por objeto lograr que las personas que ocupen un cargo público lo hagan con diligencia y honestidad como resultado de una profunda deliberación, actualmente existen personas sin escrúpulos ocupando cargos importantes de Estado escudándose además en la imagen de hombres honorables. La idea de que hombres corruptos se presentan como respetables se ejemplifica en el siguiente cuento oriental titulado: La lección del ladrón.
La idea de que hombres corruptos se presentan como respetables se ejemplifica en el siguiente cuento titulado “La lección del Ladrón”. Un rey de la India, deseoso de aprender todos los secretos del robo, no con la intención de robar sino para impartir mejor la justicia, hizo llamar a un famoso ladrón y le pidió que le diese lecciones.El hombre pareció muy sorprendido, e incluso escandalizado.-¿Yo, un ladrón? ¿Quién ha podido convencerte de semejante mentira? Siempre he vivido honestamente. ¿Cómo podría enseñarte a robar?Y así, proclamando su inocencia y mostrándose indignado por la malignidad de sus vecinos, que sin duda lo habían denunciado para minar su buena reputación, el hombre fue puesto en libertad.Sin embargo, unos minutos después, el rey se dio cuenta de que en su mano faltaba un precioso anillo. Hizo arrestar al hombre, lo registraron sin encontrar anillo, que ya había podido pasar a algún cómplice. Y esta vez, por crimen de lesa majestad, el hombre fue encarcelado y condenado a ser empalado al día siguiente.Por la noche el rey no podía dormir. Confuso, recordaba las protestas de inocencia del hombre, tanto en el palacio como cuando había sido arrestado. En medio de la noche, el rey se levantó y bajó hasta su celda. Lo hicieron entrar, sombra silenciosa, y oyó al prisionero, que, solo en su negra mazmorra, rezaba con fervor, lloraba quedamente y seguía creyéndose injustamente perseguido. El rey –cuya presencia el prisionero no podía percibir- se fue sin hacer ruido, muy conmovido y, convencido de la inocencia del prisionero, decidió soltarlo, tras lo cual pudo volver a dormir.Al día siguiente el hombre, liberado, fue llevado ante el soberano. Pasó rápidamente una mano sobre la otra e hizo aparecer el anillo de oro. Entonces lo cogió con dos dedos y se lo dio, con todas las muestras de obediencia y respeto. El rey, muy sorprendido, le preguntó las razones de su comportamiento.
- Me has pedido que te diese unas lecciones –le dijo el ladrón-. He aquí la primera: un ladrón siempre tiene que parecer un ciudadano honrado, respetuoso con las leyes y las creencias. Y la segunda: es absolutamente esencial que afirme su inocencia, incluso contra la más extrema evidencia. ¿Quieres que demos la tercera lección?
Fuente: Jean-Claude Carriere; El circulo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero, Circulo de lectores, Barcelona, 1998; pp.187-188.