Hoy es el día internacional de la alimentación. Hoy morirán 100.000 personas por hambre y falta de agua potable o sus consecuencias inmediatas y cada cinco segundos morirá de hambre un niño menor de 10 años.
La plaga del hambre es una vieja compañera de la humanidad, antigua y persistente, que ha azotado a los seres humanos en diversos momentos de su historia. Sin embargo, dramáticamente, hoy en día, en los albores del siglo XXI, en el contexto de algunos de los más increíbles avances tecnocientíficos como las tecnologías de la comunicación, las terapias génicas, la regeneración de tejidos a partir de células troncales, la nanotecnología, etc. etc., desarrollos que auguran hasta el sueño de la vida eterna, el hambre avanza:
En torno a 1000 millones de personas (un 15% de la población mundial) padecen carencias e inseguridad alimentarias (hasta 2007 la cifra ascendía a 824 millones y hace cuarenta años rondaban los 400 millones). Dentro de este enorme grupo humano encontramos 20 millones de niños y niñas menores de 5 años afectados anualmente por desnutrición severa aguda y cada año mueren 9 millones de personas por motivos de salud en los que la desnutrición es el factor clave de la enfermedad (hunger-related diseases). Esta carencia de alimentos juega también un papel determinante en la aparición y extensión de enfermedades infecciosas, dado que las defensas inmunitarias son deficientes, como sucede con la pandemia de SIDA en África.
Asimismo, más de 1.100 millones de personas no tienen acceso al agua potable y más de 2.600 millones aún carecen de sistemas adecuados de saneamiento doméstico o depuración de aguas residuales (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2006, p. 33).
El hambre, en vez de reducirse, se va incrementando en los últimos años. Lo inaudito es que la producción agrícola mundial se ha triplicado en poco menos de un siglo, a la par que la población del globo se multiplicaba igualmente por tres. Más aún, según el Informe Mundial de Alimentos de la FAO, la agricultura mundial con el actual desarrollo de su fuerza de producción podría alimentar, a razón de 2700 calorías por adulto y día, a 12000 millones de seres humanos; esto es, prácticamente el doble de la Humanidad.
En consecuencia, el hambre no es producto de una carencia objetiva de bienes, como supuso Marx, ni constituye un mecanismo malthusiano regulador de la población; la causa es una distribución radicalmente desigual de estos bienes, de los alimentos. El hambre no es una fatalidad, ni un problema de recursos, sino una enorme injusticia, de modo que el 20% de la población dispone del 80% de los recursos. Y esto hace que, a la par de que hablamos de casi 1000 millones de personas desnutridas, casi otros tantos tienen exceso de peso u obesidad: Un planeta de gordos y hambrientos, consecuencia de un complejo industrial-alimentario que deja a cientos de millones de personas sin alimentos y que, a la vez, genera obesidad al fabricar, promocionar y vender alimentos y bebidas que producen sobrepeso. Como muestra, un botón: El 40% de los cereales que se producen en el mundo y la tercera parte de la pesca mundial se destinan a la alimentación animal para la producción de carne que se consumirá en los países ricos.
El derecho al alimento está reconocido en el artículo 25.1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y ratificado en la Conferencia de Viena de 1993 sobre los Derechos Humanos. También ha alcanzado un reconocimiento explícito por parte del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas que interpreta el artículo 11 del Pacto Internacional por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 donde se reconoce el derecho de todos a un nivel de vida adecuado que incluya alimentación, vestido y vivienda adecuados y el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre y la malnutrición. Así, el Comité ha establecido que el derecho humano al alimento y al agua potable es indispensable para vivir dignamente (Observaciones Generales números 12 y 15).
Y es que el derecho a comer y a beber es uno de esos derechos que dan y preservan la vida. Más allá de las dificultades de fundamentación de otros preceptos considerados derechos humanos básicos y universales, en el caso del alimento y el agua potable no cabe duda de que se trata de necesidades esenciales de todo ser humano y, en este sentido, son indispensables y perentorias. Se trata de elementos que se precisan para la supervivencia y la integridad psicofísica de los seres humanos y cuya carencia provoca daños graves y objetivos, conduciendo a la vulnerabilidad y a la imposibilidad de la participación social y la persecución de los propios fines.
¡El hambre es el gran desafío ético para nuestro mundo!
Una versión ampliada de este post puede encontrarse en:
http://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/view/1234/1239
Comentarios
Derecho
Es la noticia del día, números demasiado grandes para imaginármelos son los que dicen que se convertirán de ser personas a ser muertos. Justo? No lo creo. Pero como en este mudo cada vez se cree menos y se necesita argumentar los pensamientos ahora evoco a los sentimientos. Derecho a comer y por eso un día especial, para reclamar. Bueno, y así seguirán apareciendo más días y mas manifestaciones.
En cambio yo no conozco a nadie que aquí en Europa se haya muerto de hambre, pero es algo peor se mueren aún comiendo, se muere el alma, no hay sueños no existe amor en su alma, conozco centenares de personas que reclaman el derecho a ser amados y que darían su nevera entera por una hora de amor o incluso más.
Que sucede que algo tan normal como amar es ahora tan anormal y distinto, que sufre de discriminación a cada momento, será que necesitamos un día para reclamarlo? Es acaso que cuando tenemos el estomago lleno el alma puede estar cada vez mas vacía? Sobrevivir con un pan lo han logrado muchos marginados, pero tenían sueños... Ahora necesitamos de ética para gobernar el alma y de paso el pan...
No es suficiente con un protocolo de cómo comportarnos si no cambiamos la esencia de nuestras decisiones, valorar lo que tenemos para no consumir más de lo que necesitamos. Promover el comercio justo son acciones que detras de ella vienen valores que fomentamos con nuestra actitud de vida.