Por Sergio García (UPNA-Globernance)
La mayoría de los problemas más graves que acechan a la humanidad como un todo –dice Ulrich Beck– no pueden ser abordados en el ámbito nacional, y tienen una capacidad destructiva aturdidora. El sistema de seguridad colectiva de la ONU que se ha intentado establecer pretende dar respuesta a esta nueva realidad. Sin embargo, la tarea es extremadamente compleja y los obstáculos, múltiples. Probablemente, el mayor obstáculo sea la tensión entre las acciones por un orden global, y la política nacional de los Estados que tiende a privilegiar los intereses nacionales frente a los colectivos. El principio de soberanía nacional, aunque en los tratados de Westfalia supuso un hito en la historia de la pacificación, impidiendo así que las guerras se extendieran más allá de las fronteras nacionales por motivos religiosos o culturales, puede ser hoy día un freno para reordenar un mundo cuyos problemas más alarmantes, como hemos dicho, resultan difíciles o imposibles de solucionar a escala nacional.
Esta actitud, no obstante, es comprensible, debido a los procesos históricos que condujeron a la construcción de los Estados-nación, pero contiene un error. En un mundo cada vez más interconectado, donde los problemas más graves son colectivos y los males de una región antes o después afectan a otras –como muestran la crisis financiera internacional, las cuestiones migratorias por motivos del subdesarrollo, la proliferación de grupos terroristas y organizaciones criminales en países distantes que atentan en otros a miles de kilómetros, el cambio climático con sus consecuencias, la producción de biocombustibles que encarecen los precios de los alimentos, las fluctuaciones en el valor del petróleo que afectan al mundo entero, etc.–, pretender promover el interés nacional desatendiendo a los problemas colectivos es poco sensato. Pareciera que a largo plazo, en el mundo actual, la mejor forma de proteger los intereses nacionales fuera subordinándolos a los colectivos. Cualquier otro enfoque sólo puede traer problemas más graves a largo plazo.
Otro asunto relacionado con el sistema de seguridad colectiva que podría ponerse en cuestión es su carácter reactivo. Aunque el sistema aboga por las medidas preventivas para evitar que las amenazas lejanas se vuelvan inminentes y las inminentes reales, su propósito es defender a la colectividad de naciones de las “amenazas comunes”. Hacer tanto énfasis en este aspecto –sin menospreciar su importancia–dejando a un lado otros imperativos como la promoción de la dignidad humana o la promoción de los derechos humanos, hace que la propuesta pierda fuerza. Es cierto que responder a una amenaza es una fuerza motriz que impele a la acción como casi ninguna otra. Sólo cuando uno se siente realmente amenazado trata de poner remedio a una situación de la que se hablaba. No obstante, se podría enlazar con más fuerza el discurso de los derechos humanos con el discurso sobre la seguridad colectiva, cambiando la naturaleza reactiva y negativa de esta noción por una más proactiva.
Es interesante mencionar también que existen tendencias conceptuales y supuestos no cuestionados sobre los que se basa el orden internacional que parecen hechos inexpugnables. Una tiene que ver con la tendencia a ver el mundo en términos de dicotomías, normalmente falsas, que impiden comprender los fenómenos de construcción social de forma más amplia. Hay respuestas socialistas o conservadoras, comunistas o capitalistas, liberales o comunitaristas… Otra se refiere a que los intereses nacionales y el conflicto parecen los únicos procesos de configuración del orden internacional y, probablemente a no ser que como dice Hobbes, no se establezca un súper Estado mundial que monopolice la violencia legítima en asuntos internacionales, un orden internacional de acuerdo a principios que beneficien a la colectividad sería una quimera. Los planteamientos de Weber y de Norbert Elias acerca de este mismo tema se consideran pertinentes. El ejercicio legítimo de la violencia en casos excepcionales no puede pasarse por alto, bajo mi punto de vista, si se quiere establecer un Orden Internacional regido por principios de justicia e igualdad, con el fin de trascender el interés nacional como principio rector. Sin embargo, parece que la corriente dominante de pensamiento presta excesiva atención al conflicto de intereses, reduciendo todo comportamiento político a este factor. Quizá una teoría como la de Darwin, en la que la lucha por la supervivencia y el predominio del más fuerte son los factores fundamentales de la evolución biológica, con todo el poder heurístico que tiene, se haya llevado demasiado lejos.
Retomando el hilo, aunque la ONU y su sistema de seguridad colectiva parece un ente muy lejano, las cuestiones relativas a las posibles intervenciones en Libia o en Siria para proteger a los civiles, las sanciones a Irán por enriquecer uranio, el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de la ONU, las guerras de Iraq y Afganistán y la persecución de Al-Qaeda, son todos ellos temas que se dirimen mediante el mecanismo de seguridad colectiva. Ojalá se hagan ejercicios pedagógicos para que a la opinión pública no le lleguen percepciones simplemente reduccionistas, ideologizadas y cínicas, que tienden a reducir toda esta complejidad a los intereses o al petróleo y que se debate entre la teoría de la conspiración o la irracionalidad.
Sergio García (UPNA-Globernance)