2009 se cerró con una de las cumbres más frustradas de la historia de las Naciones Unidas, la del clima de Copenhague. Asumiendo que efectivamente cabe la posibilidad de que se esté produciendo un cambio en el clima terrestre causado al menos parcialmente por la acción de los seres humanos, no vale seguir como si tal cosa, esperando a que los gobiernos arreglen el desaguisado. Es cierto, hay problemas más urgentes y más graves que el cambio climático, que ni siquiera está claro en qué puede consistir. Pero éste, como han dejado patente muchos representantes de los países llamados del Tercer Mundo, está directamente relacionado con las guerras, las injusticias, las hambrunas, el empobrecimiento, el desarraigo o la mala salud que padecen miles de millones de personas, aun cuando no vaya a más y se manifieste sólo localmente. El principio de precaución más elemental exigía actuar y no se actuó. Habrá motivos múltiples para explicar el fracaso de la reunión pero, independientemente de ellos, nos queda una pregunta interesante que proponer: y ahora, ¿qué?

Más allá o más acá de los acuerdos gubernamentales mundiales, alrededor de la cumbre danesa se organizaron actividades diversas con el fin de influir en las decisiones de los negociadores o simplemente acercar el debate político a la ciudadanía. Una de esas actividades tuvo su lugar también en España. En efecto, el pasado 26 de septiembre de 2009 se celebró en LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, en Gijón (Asturias), la sección española de la primera consulta ciudadana mundial sobre cambio climático, denominada World Wide Views on Global Warming. El proyecto WWViews era una iniciativa del Parlamento de Dinamarca, a través de su Consejo de Tecnología, que tenía como objetivo llevar la voz de los ciudadanos de todo el mundo a la la cumbre de las Naciones Unidas sobre el clima. Puesto que los acuerdos que se debían alcanzar en Copenhague habrían de ser de la mayor trascendencia para todos los habitantes del planeta, se quiso contar con la opinión de estos habitantes –entendiendo, además, que eso daría a las decisiones políticas no sólo más legitimidad, sino también más eficacia y mayor acierto.

Para lograrlo, se convocó a diversas instituciones para que organizaran en sus respectivos países una consulta con un formato común:
Cien ciudadanos seleccionados para representar la diversidad de su sociedad en todos los aspectos (cultural, económico, generacional, laboral, ...),
reunidos en grupos de seis o siete personas
que, con la intervención de un moderador,
discutieran un conjunto de preguntas idéntico sobre los asuntos más importantes que se someterán a debate en la cumbre de Copenhague.

Han participado en el proyecto más de 4.000 personas de 40 países y regiones de los cinco continentes. En España, la organización de la consulta fue asumida por la Unidad de Investigación en Cultura Científica (1ICC), del CIEMAT (Ministerio de Ciencia e Innovación), la Organización de Estados Iberoamericanos (con la colaboración de la AECID) y el Instituto Universitario de Estudios de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Salamanca. Se contó con la colaboración del Gobierno del Principado de Asturias, a través de su Oficina para la Sostenibilidad, el Cambio Climático y la Participación, el Ayuntamiento de Gijón, DiCYT, la Universidad de Oviedo y LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, que acogió el acto. Central Lechera Asturiana fue el patrocinador privado exclusivo.

Las conclusiones del encuentro se entregaron después a los negociadores de cada país en la cumbre. En el caso de España, una ciudadana y un ciudadano de Madrid, el coordinador nacional del evento y el director de la principal institución organizadora entregaron y presentaron personalmente su informe a los representantes del Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino, que muy amablemente les recibieron en su sede de la plaza de San Juan de la Cruz.

Independientemente de lo acaecido en Copenhague, esta experiencia demostró que la participación ciudadana puede desempeñar un papel relevante en el planteamiento y resolución de los problemas comunes. La mayoría de las personas que tomaron parte en la consulta de WWViews en Gijón admiten que ahora, meses después, siguen con interés las noticias sorbe el clima y han introducido nuevos hábitos de ahorro energético en su vida diaria. Podemos interpretar el fracaso de la cumbre del clima como un síntoma de la ineptitud de los dirigentes políticos, como un indicio de la insociable sociabilidad humana, como una prueba de la indisolubilidad del conflicto y lo humano, como un primer paso hacia alguna parte o simplemente como una anécdota. Pero también podemos sacar la conclusión de que quizá no sea esa la manera de abordar ciertos problemas. Después de Copenhague nos sigue quedando lo mismo que antes: nuestra propia capacidad de cambio, que es la única que podemos poner en marcha y, por tanto, la única inmediatamente eficaz.

 

Comentarios


El camino a seguir.

Viernes, 19 Noviembre 2010 12:01
Ignacio Bachmann

A estas alturas, las meras declaraciones de buena voluntad no tienen utilidad. Si no ha existido un compromiso real de parte de los Estados participantes, es porque en realidad ninguno está seguro de cumplir con lo ofrecido. De cierta manera, se busca la exculpación, pero lo que corresponde –a mi juicio- es la autocrítica. Copenhague resultó frustrante, y es de esperar que en Cancún -a fines de noviembre y principios de diciembre de 2010- el resultado sea más alentador y por fin se constituya un tratado que produzca efectos vinculantes. Pero detrás de políticos o representantes ineptos, existe un pueblo que debe ser oído y que para ello, debe definir su postura y expresar claramente su voluntad. Creo que la educación y la difusión de información a los ciudadanos, siempre ha sido y será la única vía segura de frenar la crisis ecológica. Es, finalmente, el ciudadano –o si se quiere en términos más mercantiles- el consumidor quien tiene la última palabra y señala las preferencias, controla a sus autoridades, ejerce presión y fiscaliza la actividad industrial. Del mismo modo, el rol de las universidades es elemental; la formación de profesionales que cuenten con una orientación ética- ambiental, producirá muchos efectos a mediano y largo plazo (y por qué no decir también, a corto), concretándose por medio del flujo de información, liderazgos y organización.

El camino a seguir 2.

Viernes, 19 Noviembre 2010 12:07
Ignacio Bachmann

Me faltó agregar algo:  estimo imprescindible que académicos, estudiantes y en general, toda la comunidad universitaria se abra y reúna con la ciudadanía por medio de foros, debates, etc., potenciándose así una visión crítica y conducta observante de las normas éticas ambientales, en general.