No importa que el desempleo crezca, ni que aumente la desprotección social, ni que se debiliten, aún más, los servicios públicos, ni que el tejido productivo y la innovación se estanquen, si con ello se cumplen los objetivos marcados por instituciones como el Fondo Monetario Internacional que consintió y hasta alimentó el descontrol que desembocó en la crisis actual. Y es que hay “otros” economistas, como José Manuel Naredo (“Luces en el laberinto”, Los Libros de la Catarata, 2009) que muestran lo errado de esta visión de la economía (capitalismo especulativo) que no se quiere cambiar sino simple y llanamente, reanimar. Y ello frente a soluciones basadas en la incorporación de innovaciones sociales, tecnológicas, institucionales y gerenciales que den lugar a nuevas formas de crecimiento que atienda a las necesidades reales y concretas de la gente. Dice Sampedro:
“Ante la situación actual de la crisis parece ineludible plantearse un problema clave: decidir si el fin primordial de las actividades económicas es aliviar las necesidades materiales de la Humanidad o, por el contrario, aumentar los beneficios monetarios de los acaudalados. La cuestión se impone porque la información cotidiana nos muestra que el segundo objetivo prevalece frecuentemente sobre el primero. Un ejemplo flagrante lo ofrece la ayuda mundial contra el hambre sufrida, según la FAO, por mil veinte millones de personas. En el año pasado [2008], mientras los gobiernos dedicaban cientos de miles de millones para salvar a las instituciones financieras en crisis, la propia FAO sólo recibió la promesa (nunca cumplida luego) de doce mil millones. (…) La libertad es como las cometas: sólo vuelan cuando están bien atadas. La cuerda que las retiene es la responsabilidad inseparable de la libertad. Sin ella, se rebaja a mera voluntad arbitraria. Por eso los revolucionarios de 1789 sujetaron su cometa de la libertad con dos cuerdas: la igualdad y la fraternidad. Dos fuerzas bien necesarias hoy para inspirar una economía humanitaria.”
PS. Sólo aplicando la tasa del 0,05% sobre las transacciones financieras (Robin Hood Tax), algo que no es una carga ni para los ciudadanos ni para los estados, se podrían ingresar unos 296.000 millones de euros anuales que contribuirían a aliviar la situación de las poblaciones más pobres (véase informe en www.lavanguardia.es/documentos). Algo que apoyan desde Sarkozy y Merkel a premios Nobel de economía como Stiglitz. Asimismo, cada año, las naciones en desarrollo dejan de ingresar más de 620.000 millones de euros por la evasión de impuestos a paraísos fiscales –algunos tan cercanos e irreprochables como Suiza.
Comentarios
Tienes razón
Debido a mi negligencia no había leído hasta ahora esta nota.Dado el título que he puesto a este comentario, podría no decir nada. Pero sí lo haré, porque hace unos días leía una frase de Mill, referida a otra discusión, a otra época y a otro tema, que tiene validez universal. El problema en algunos debates no es que cada parte mienta, sino que dice una parte de la verdad, y no ve (o no quiere ver) la verdad (también parcial) que sostiene la parte contraria. Pues a mí en este debate sobre la economía me pasa un poco eso. Las ideas que subyacen a lo que dices son verdad. Pero también lo son algunas (no todas, claro) ideas que subyacen a una visión más "ortodoxa" de la economía. Pero dejando esa discusión al margen, porque sería para muchas horas y para discutir con expertos, lo de una tasa "Robin Hood" o como se llame únicamente tiene una razón en contra: la dificultad o imposibilidad de ponerla en práctica. Si ni con esta crisis, ni con el problema del terrorismo global que se financia mediante tráficos ilegales, se ha conseguido un acuerdo para eliminar los paraísos fiscales, un acuerdo para imponer una tasa, que tendría que ser universal, y aplicado por todos los gobiernos, bancos centrales, o bolsas del planeta, es más bien quimérico. Pedro